26 marzo 2010

Prohibición ~Tercera Parte y Final~

Fanfics - Edward x Alphonse - Sus Fanfics



PROHIBICIÓN
~Tercera Parte~





Caminó con un paso seguro hasta el baño. Había experimentado un cambio notable en su ánimo. Desnudo, como igualmente había habandonado la habitación, se introdujo en la ducha y abrió la llave del agua. Caía tan frenética sobre su cuerpo, más parecía un rocío sobre su cabeza. Soltó un suspiro de tranquilidad, pues aún después de lo ocurrido, sabía lo que devía hacer para solucionar todo aquello y enmendar ese horrible error que no haría más que traerle sufrimiento a su hermano y a él mismo. Con esos pensamientos tan reconfortantes se dejó abrazar por las miles de gotas que caían de la ducha, parecía que limpiaran su cuerpo y su alma de todo pecado. ¿Pecado? Él no creía en un dios, era un científico. Pero ahora en estos instantes rogaba por la existencia de uno para que protegiera a su hermano durante su ausencia. Hace algunos meces atrás esa conclusión le habría parecido tremendamente absurda, pero ahora era la único y frágil esperanza que le quedaba.

Por fin listo, salió de la ducha, se secó el cabello, se perfumó y buscó una buena tenida para ponerse en el cuerpo. Caminó lentamente hacia la habitación donde aún dormia Alphonse. Ahora reparó en el cansancio que traía consigo y que la ducha no pudo quitar. Ni siquiera había dormido una hora, pero no lo creía necesario para pensar tan lúsidamente como lo hacía ahora. Se sentó en el escritiorio de la habitación sin hacer el menor ruido, abrió uno de sus cajones y extrajo algunas hojas de papel. La pluma y la tinta se encontraban sobre el escritorio. Los tomó y comenzó a escribir, haciendo pausas a menudo para pensar en lo que plasmaría en aquella hoja, en cómo decir lo que estaba pensando, en qué palabras serían las mas apropiadas. Suspiró nuevamente. Se estaba dejando llebar por su objetividad natural. Entintó la pluma y de ahora en adelante escribió sin interrupciones, deteniéndose brevemente para cargar la tinta y seguir apresuradamente. Como producto, dos hojas escritas por su automail enteras, por lado y lado. Tomó una hoja blanca, y doblándola hiso un sobre con ésta. Introdujo los escritos dentro del sobre y buscó otro poco en el cajón hasta encontrar la cera para cellarla. Por fuera la firmó.

Abrió otro de los cajones y sacó un objeto que la oscuridad de la noche no permitió distinguir. Ya por fin se levantó. Caminó hacia la puerta demaciado lento. Se detubo mucho antes de alcansarla. Necesitaba mirar un momento atrás. Se volteó. Su hermano seguía durmiendo. Se negó el acercársele, pero para cuando reaccionó ya estaba junto a la cama. Que mas daba, quizá era la última vez que le volvería a ver. Se acercó a su rostro lentamente y conteniendo la respiración para que su aliento no fuera a despertarle. Quería besarle, pero su deceo era despedirse como lo que era: su hermano mayor. Se limitó a acariciarle la mejilla y por último besó su frente. No estaba tan mal después de todo. El sólo sentir su contacto, como fuera que este se presentara, le traía paz a su espiritu.

Ahora se apresuró en salir. El pequeño Alphonse se encojió sobre la cama y balbuseó "nii-san". Edward hiso caso homiso al llamado, y tal como si esas palabras estubieran en otro idioma, salió sin más, pero la verdad era que las comprendía, y que dentro de sí respondía celosamente "¡Aru!". No era tiempo de arrepentimientos, estaba seguro de lo que iba a hacer, y si quería cumplirlo, lo mejor era hacerlo cuanto antes. Y alejarse de la imagen tentadora de su hermano que le invitava a quedarse.

Salió. Caminó hasta el otro extremo del apartamento que les arrendaban en el hospedaje. Quería hacerlo ahí. Sacó de su chaqueta el objeto. Lo miró detenidamente, examinandolo, comprovando que todo estubiese bien. Lo puso en su boca. Quería apretar el gatillo, pero morir de una forma como esa, tan instantanea le aterraba. La bajó a apuntó a su pecho. Tenía un sentimiento muy cruel, pero de esa forma, quizás pudiese despedirse de Alphonse antes de su partida. Ya todo estaba listo, cumplido, consumado. La muerte le esperaba, le llamaba enardecidamente. Edward le sonrrió.

Parecía haber sentido un cálido rose en su cuerpo. Trató de abrir los ojos que tenía cerrados. Era una tarea dificil. El olor de su hermano, su aroma, aún se encontraba en el aire. Era el departamento de ambos, era lógico. Pero no era lógico el frío a su espalda. Se volteó. Al otro lado de la cama no había nadie. Se incorporó peresosamente, sobando sus ojos para poder averiguar que era los que sucedía. Edward no estaba, y eso le preocupó. Se puso algunas de sus prendas ágilente mientras le llamaba a viva voz. "¿Dónde habrá ido?" se preguntaba hasta que un ruido estremesedor vino a responder su dilema. Si es que acaso aquello fuera a ser... no podía creer una cosa como esa. Sus músculos se tensaron y su piel se erizó del horror de sólo atinar a adivinar lo obio que ese sonido significaba. Corrió hacia el lugar, abrió la puerta de la habitación. Su hermano se encontraba adentro en el suelo ensangrentado, tirado como una rata sucia.

Corrió hacia él entre gritos desesperados, le pareció que la distancian entre ambos era abismal, y que pasaron miutos antes de poder estar a su lado. Tomó su rostro, sus ojos permanecían abiertos y una sonrrisa dévil de éste le comunicaba que aún se encontraba con vida. Buscó rápidamente el lugar del impacto: del vientre del chico brotaban borbotones de sangre, saliendo fúrica al exterior, tiñendo la fachada palideciente de la habitación. Las primeras palabras que atinó a decir en medio de tal desesperación fueron incriminadoras.

-¡Nii-san, ¿por qué?! ¡¿Por qué lo has hecho?!-insistía una y otra vez, pero el mayor no parecía escucharle, sólo sonrrería y repetía su nombre.
-Aru... me alegra... tanto verte...
-¡Respóndeme, nii-san!-exijía el menor. Tan funastas como la sangre de su hermano, corrian las lagrimas por su rostro. Pero el rubio no respondía.
-Me alegra verte... Aru, yo lo... siento, pero quería verte... antes de irme...
-¡Por favor, nii-san!-pedía angustiado. El mayor desvió la mirada y respondió.
-Estoy... seguro de que lo entenderás... algún día...
-¡No, no lo entiendo! ¿¡Por qué lo hisiste?! ¡¡Héramos felices, por fin héramos felices!!
-Aru... yo no... puedo resistir más...
-No te vallas...-rogaba sobre su regaso.
-Tranquilo, no tengas miedo... ya pasará...
-Te amo... por favor...
-Yo también te amo-le interrumpió Edward. Se hacercó lo más que pudo y lo que sus fuerzas le permitían, y el otro restro fué trabajo de Alphonse. Se besaron. Al besaba apacionadamente, rápido, tenso. Ed besaba lenta y apasibemente, sus lenguas se juntaban, y pronto sólo una de ellas se movería. El castaño lo supo desde ese instante, pero sin embargo continuó devorándole a besos como tratando de tomar lo último que quedaba de él y guardarlo en su boca, en un beso eterno que acompañó a su hermano hasta la muerte y le entregó suavemente sobre el regaso de ésta, como un niño dormido del que todos procuraban otorgar la máxima comodidas a su descanso. No supo cuanto tiempo estuvo besándole, pero cuando acavó de ello, tomó el rostro de Edward moviéndolo, insistiendo en que sus ojos estaban cerrados sólo producto del sueño, que de esa forma despertaría, volvería a ver la luz en esas orbes tan reslandecientes. Inmediatamente sintió que alguien le detenía. Miró hacia su costado y vió a Windy. Nunca supo en qué momento llegó a su lado. La verdad era que la chica había llegado a la escena, había lanzado un grito de horror y había caído al suelo por la sorpresa, y segundos después atinó a detener a Alphonse del violento samarreo que profería a su hermano. Lo abrazó para contenerlo, y el pequeño se desintegró en lágrimas en sus brazos.

El tiempo pasaba y más personas llegaban al marco de la puerta a curosear lo sucedido. Todos querían espectar la tragedia, ver a tan joven muchacho muerto por un balazo, y a su hermano llorar sin consuelo a su lado. Más de una vez se escuchó decir "pobre chico" de sus labios.

El tiempo pasaba y llegaron los militares a llebarse el cuerpo. Alphonse estaba destruído, no cabía duda.

El tiempo pasaba y ya estaban ambos chicos parados en frente de un ataúd cubierto de flores en el cementerio. El sacerdote hablaba y hablaba, mas en la mente del menor retumbaba un silencio estremecedor. Para él, la turba de gente que se encontraba en el lugar, se veía reducida únicamente a su precencia... y a una silueta dévil y fugáz. Sólo eso quedaba de Edward. Pronto terminaría la ceremonia. Le pidieron a Alphonse que dijiera algunas palabras a la audiencia, pero la petición ni siquiera llegó a sus oídos, se congeló antes de entrar. Así fué como silenciosamente todo terminaba, mientras el sonido de la tierra cayendo con fuerza sobre el ataúd funcionaba como música de fondo. Pronto todos se fueron marchando, y sólo quedaban Alphonse y Windy.
Ninguno se atrevía a lanzar palabra, pero era inevitable el encuentro de ideas.

-No tienes porqué quedarte, si tienes que ir a otra parte o algo...
-¿Qué estás diciendo? Claro que me quedaré. No tengo otro lugar más importante en el que estar ahora: ustedes dos fueron mis hermanos durante la infancia.
-Gracias...-el pequeño se apoyó en su hombro.-Eres todo lo que me va quedando en el mundo. Justo en un momento como este... cuando... cuando nii-san ya no está...-Alphonse la miró lloroso- ya no estaremos más juntos... ¡pasé toda mi vida con él, ¿cómo se supone que haga eso? Lo único que quiero es volverlo a ver, volverlo a sentir...-Windy se sonrrojó. El castaño acababa de soltar su secreto.
-Aru... ustedes dos...se...
-Nos amabamos... lo amo.
-¿¡Pero... ustedes dos se acostaron!?-el menor parecía tranquilo.
-Si a eso te referías.... sí, lo hisimos.
-Pero tu sabes que eso... está prohibido. Es... incesto.
-Qué mas da. Ya no volveré a cometer incesto nunca más en mi vida. No lo tengo a él.
-Esto es lo que él quería, ¿no es así?
-Eso creo. Pero, ¿a qué costo? Yo estaba dispuesto a todo, no me importaba romper un tabú o cientos de ellos, yo lo único que quería era ser felíz a su lado. ¿Sólo por que los hombres lo prohiben no puedo ser felíz?
-Yo... te entiendo pero... así son las cosas. Una relación entre hermanos jamás podría ser fructifera.
-Nii-san sabía eso. Pero yo creí que podíamos intentarlo. Fuimos los únicos que logramos hacer una transmutación humana, también podíamos lograr esto.
-¿Y a qué costo, Alphonse?
-¡Al que fuera necesario!
-Edward no habría sido felíz sabiendo que te haría pagar por un pecado de ambos.
-¿Y por qué? ¿Por qué no podía yo pagar eso? Nii-san siempre quizo cargar con todas las culpas, igual que cuando transmutamos a mamá. Sólo él se vendió a los militares, sólo él haceptaba todas esas basuras hasta que logró traerme desde el otro lado de la puerta. Yo también fuí culpable de eso, pero no pagué ninguna culpa.
-Qué estás diciendo... Tu pagaste la culpa más grande, tu cuerpo se fué. Es por eso que Edo intentaba cargar con las suyas lo mejor que podía. Y también ésa es la razón por la que prefirió llebarselas todas a la tumba esta vez: no habría resistido tener que hacerte pagar como antes.
-Es eso... ahora no pagaré por el pecado de ambos, éso es lo que quería nii-san. Pero... ¡Pero...! ¡Yo soy el que pagará ahora el precio de su muerte! Sin pensarlo nii-san me dió el peor castigo a mí, tener que vivir en este infierno solo, sin él, en esta soledad. ¡No pensó en eso!-Alphonse estalló en llanto.
-Los seres humanos no somos perfectos, Aru. Lo importante es que él quería que tu vivieras, aquí, con nosotros, sin culpas que cargar, ni tener que dar explicaciones del pecado que cometieron, vivir sin que nadie te jusgara.
-Lo sé...-sollosaba en su regaso.-pero yo no quería eso... Yo quería estar con él... ¿Sabes, Windy? Ahora en este momento me carcome el deceo de seguirlo hasta la muerte, quizá ahí logre verlo y estar con él... pero eso tampoco es lo que él quería... No puedo suicidarme porque entonces todo el esfuerzo de mi hermano por devolverme mi cuerpo y que viviera habría sido en vano. ¡Quiero morir pero no puedo!

En una casona grande entraba Alphonse aún con ropas de militar. En la puerta le esperaba su esposa para darle la bienvenida a casa con un fuerte y cariñoso abraso. Adentro, en el sillón, sus dos hijos revoloteaban como palomas ensusiando y desordenando el living que con tanto esfuerzo su madre había limpiado. Eran unos revoltosos, sobretodo si estaban juntos. Al entra y los saluda, y les entrega dos caramelos a cada uno. Les acaricia en la cabeza y se sienta a cenar. Comen hablando hacerca del clima y de la actualidad, riendo y disfrutando como una familia. Alphonse se retira tempranamente, hoy tenía que limpiar el entretecho que era un desastre. Fué a su habitación, se sacó el uniforme de trabajo y se puso prendas más cómodas. Subió al entretecho.

Comensó por limpiar la basura de la entrada, mató algunas ratas que merodeaban por ahí y al despejar el paso, se introdujo completamente. Arriba estaba muy oscuro. Encendió un vuejo candelabro que estaba cerca. Ahora con la luz de la vela se dispuso a seguir con su tarea hasta que sus ojos chocaron con un escritorio. Era algo antiguo, y muy extraño. No recordaba haberlo traído él ahí.

-Cariño, ¿qué este escritorio?-gritó hacia abajo.
-¿Escritorio? ¡Ah! Lo trajeron del hotel, dijieron que era tuyo.

Comenzaba a recordar. Cuando él y su hermano lograron crear la piedra filosofal y devolverle su cuerpo a él, se fueron a vivir a un hotel mientras Edward hacía los trámites para salir de la milicia en Central. Él había comprado un escritorio para adornar la habitación pues estaba muy vacía.

Cuantos recuerdos no le traía ese escritorio. Se hacercó lentamente a él, sacó una silla y se sentó en él. Sacudió suavemente el polvo de la superficie, sintiendo la madera y a la vez sintiendo cómo fluían los recuerdos. Coemenzó a ver los cajones, ¡cuantos libros antiguos de alquimia contenían! Libros que solía leer de pequeño. Continuó recorriendo cajón por cajón hasta que abrió uno que estaba vacío. Exepto por un sobre.

Tomó el sobre en sus manos, lo voltó. Del otro lado estaba la firma de su hermano. ¿Qué era eso? Su corazón comensó a latir agitadamente saliéndose del su pecho. Rompió el sello del sobre y lo habrió. Habían dos hojas de escritos en el interior. Las examinó superficialmente a la luz de la vela: era sin duda la caligrafía de su hermano.

"Querido Alphonse:
Antes de decir cualquier palabra, quiero pedirte perdón. Sé tan bien como tú lo tanto que me amas, y lo tanto que sufrirás cuando me valla. Yo también sufro por el sentimiento de tener que dejarte e irme a un lugar completamente desconocido. Pero no tengo miedo. Ahora es el presente, y me siento felíz de haberte hecho felíz a tí, y de haber pasar tan maravilloso momento como el que acabamos de pasar. Siento la culpa de haberte traído a tal abismo de locura, haberte arriesgado a cometer tal acto en lugar de guiarte y corregirte como hermano mayor que soy. La verdad es que fuí un completo fracaso. Aún a pesar de lo tanto que te amaba deví haber impedido a toda costa que esto fuera a suceder. Pero no soy más que un humano y me dejé llevar también, al igual que tú, hacia el fondo de este deceo prohibido. Ya rompimos una vez, como bien sabes, un tabú y sufrimos ambos las consecuencias de éste, nuestras vidas se tiñeron de rojo y aún el remordimiento invade nuestros corazones, eso tu lo sabes tan bien como yo, no necesito explicarlo. Son huellas inborrables que permanecerán hasta el final de nuestros días y que nos condenarán a una infelicidad. Está bien, eso es algo que ya pasó, y escogimos el camino dificil, el de cargar con todo eso. Pero cargar con los remordimientos de haber roto dos tabúes es algo completamente imposible. Quizá ahora no puedas entenderlo como yo, ya que ahora estás inmerso en un ambiente de felicidad y sólo piensas que el amor que sientes no puede ser malo de ninguna forma. Pero esos momentos de éxtasis pasarán y dejarán una huella en tí, un sentimiento inirreparable, tomarás sentido a las advertencias y encontrarás que lo hecho fué asqueroso.

Ya no te puedo quirtar esos sentimientos de la noche que pasamos juntos, pero si te puedo evitar los de los momentos que podríamos pasar juntos en un futuro. Es todo lo que puedo hacer en esta situación, en la que te he fallado como hermano mayor. Lo único que me queda es alejar la desgracia para tí, y esa desgracia soy yo. Siento, por esa misma razón, una pena muy grande, pues jamás imaginé que podría causarte un daño tan grande como el que te estoy haciendo. Pero tengo el consuelo de que esta situación no seguirá así, de que cuando me valla ya no podrás caer en el abismo, de que estarás completamente exento de toda culpa, libre y limpio ante los ojos de todo el mundo, ante los ojos de la verdad.

Pero, mi querido hermano, todo tiene un valor, y para obtener todo esto tendrás que sufrir por mi partida. Es algo doloroso y cruel pensar en eso, pero así es, y es algo a lo que ambos estamos acostumbrados a pensar como científicos que somos. Aún así, después de que todo pase, de que esa herida que mi muerte proboque en tí sane, vendrá la recompensa. Podrás ser felíz sin hacerle daño a nadie, vivir la vida normal que siempre quisiste, junto a una esposa, a hijos, a nietos y visnietos, que te diviertas junto a ellos, que goces de la maravillosa vida que te estoy entregando. es lo único que te pido. Y por lo demás, cuando toda neustra historia acabe, cuando ya no halla rastro de los hermanos elric sobre la tierra, cuando tu también caigas en el ensueño de la muerte... quizás, si es posible, me gustaría volver a verte donde quiera que fuésemos a parar, y poder abrasarte y verte como un hermano otra vez, quererte como es correcto y no probocar más que alegría en tí. Quizá reparar el daño que te hise, pero por sobretodo, volver contigo.

Se despide con mucha tristesa, pero satisfecho, tu hermano
Edward Elric."

Las lágrimas comensaron a brotar de sus ojos, semejantes a las que derramó el primer día de su partida, fúricas, arremetedoras, entregándole una vez más a los brazos del desconsuelo amargo del que sufren los que quedan sobre la tierra.

La rubia escuchó los sollosos de su esposo. Calmó a los pequeños, y les indicó que fueran a jugar al patio, que ella les esperaría allí para acompañarlos. Los menores obedecieron, y una vez sola, subió al entretecho y lo encontró desecho sobre el escritorio incrustandose en el pecho en reloj de plata. A Alphonse.

Era una carte de él, ella lo supo inmediatamente por la caligrafía, y porque aún abierta la carta saltaba a la vista la magnífica firma de Edward. Windy abrazó al castaño. Sabía que por fín éste había comprendido en profundidad la muerte de su hermano. Había comprendido la magnitud del pecado de ambos y había entendido el motivo del sacrificio de su hermano. Lloraba tanto de desconsuelo, de tristesa, como de nostalgia y de agradecimiento. Lloraba en lugar de él y por sí mismo. Lloraba para pagar la prohibición que habían roto.

Alphonse se aferraba a ese dolor atesorándolo, intentando que ese reloj que sostenía tan fuertemente entrara a suespiritu y fuese su nuevo corazón: cerrado, hermoso, y en lo oculto de él dos fechas que marcaban su vida y su existencia:

Don't Forget
3 Oct, 10
23 Jul 14



Fin

17 marzo 2010

Full Metal Alchemist Shintetsu

El viaje de los hermanos Elric continúa...



Capítulos en HD a partir del 48 
Fan Sub Trigo
Japonés, subtitulos en español
En proceso de emición.


Enlaces


Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50 
Capítulo 51 
Capítulo 52 
Capítulo 53 
Capítulo 54 
Capítulo 55 
Capítulo 56 

16 marzo 2010

Caballo de Troya

Canciones Destacadas

 

Curoseando por youtube, con el fin de encontrar la canción de Tierra santa llamada "El caballo de Troya" (para aprendermela en guitarra electrica, claro) vine a dar con este especular video. La verdad me encantó desde que lo ví, básicamente porque la canción ya es muy buena y poderosa, posee unos riffs bastante movidos y rápidos, sino me equiboco, es el riff mas rapido que e tocado junto con otros de Metallica (que son "consiredablemente" Rápidos...). Todo esto en el margen de la pelicula "Troy" que todos conocemos. Se podría decir que es un amv de Troy, pero como nunca antes vi uno. Las imagenes son de gran calidad, parecen sacadas de la sala de cine misma, con escenas relevantes a lo que la cancion va diciendo y en perfecta concordancia, aún así se muestran extractos de las grandes batallas de la pelicula (entenderan lo que digo cuando lean la letra dela cancion).

Amé Troy cuando la ví, también amé El caballo de Troya cuando lo escuché. Y aquí tengo la mescla de ambas... ¡me siento realizada!




El Caballo de Troya
Tierra Santa


Dicen que en Troya un vez
una batalla empesó
forjando así su leyenda.

Y que diez años pasó
sitiada por la ambición
de poseer la cuidad.

Al no poderla invadir los griegos fueron marchando.
Pero antes de irse de allí un gran regalo quedé.

Un griego les convenció
que era regalo de un dios
y de que abrieran las puertas.

Un gran caballo asomó;
en su interior una trampa
con piel de madera.

En Troya todos creyeron que habían vencido.
Pero la noche llegó y el enemigo cayó.

Caballo de Troya, cabalga en la historia el regalo de un Dios
Caballo de Troya, su piel y su nombre leyenda forjó
Caballo de Troya, están escondidos dentro en su interior
Esperan la noche para la traición.

Caballo de Troya, cabalga en la historia el regalo de un Dios
Caballo de Troya, su piel y su nombre leyenda forjó
Caballo de Troya, están escondidos dentro en su interior
Esperan la noche para la traición.
¡Ohhh!

07 marzo 2010

Prohibición ~Segunda Parte~

Fanfics - Edward x Alphonse - Sus Fanfics


PROHIBICIÓN
~Segunda Parte~





El tenue susurro del viento acariciaba sus mejillas y mecía con gracia sus cabellos al entrar por una pequeña apertura de la ventana. Sentía rozar contra sus pies y torso desnudos el deslizar de la sábana que lo cubría. Se sintió extraño. Había demaciada comodidad y silencio ...y el sótano no tenía ventanas. Asustado apresuró el despertar de sus ojos y los forzó a enfocar bien el lugar resfregándolos para mejorar el resultado. Estaba en una habitación del hospedaje, con una cama en la que se encontraba, un ropero, un cuadro en la muralla. Y sentado a sus pies se encontraba su hermano menor, mirándole fijamente, con ternura, con admiración.

El rubio se encojió en la cama sonrrojándose al verle tan cerca y recordar lo que había sucedido anteriormente, las concluciones a las que había llegado.

-¿Qué hago aquí?-atinó a decir para salir de su propio nerviosismo.
-Yo te traje. Y al parecer te hiso bien, tus ojeras se han borrado bastante y...tus ojos ya no están rojos.-El rubio se sorprendió. El castaño avansó hasta encontrarse frente a frente y acariciarle la mejilla con el dorso de la mano.-¿Qué sucede?

Suspiró. No podía negar que la respuesta asomaba a su boca, pues se había cansado por fin de arrancarse la verdad, pero, ¿cómo sería capaz de decirselo? Se transformaba en algo completamente distinto.

-Nada.-el rostro del pequeño asumió una mueca de sorpresa y malestar. La sangre llegó hasta su cabeza conteniendo sus palabras para no gritar demaciado fuerte una reprimenda contra su hermano, pero no pudo decir palabra ya que Edward se había despojado de las sábanas y estaba de pié para dirijirse a la salida.
-No irás a ninguna parte.-Le dijo autoritariamente cruzándose en su camino.-Aquí acaba todo. No volverás a encerrarte en el sótano -suavisó sus palabras- y me dirás que es lo que sucede de una vez por todas.

Respiró profundo. Alphonse tenía razón, ya era inutil escapar.

Lo atrajo bruscamente hacia sí por los hombros hasta poder sentir el calor de su respiración contra su piel.

-Lo siento, pero ya no puedo seguir escondiéndotelo.-apoyó su frente en la de su hermano-Yo...yo... te amo...

No se hiso esperar. Ya por fin sació la anciosa sed que quemaba su cuerpo por dentro, y que ardía por acariciar esos labios rojos e inocentes que no hacían más que pronunciar palabras tiernas para el deleite de sus oídos. Siempre era así, lo llamaban "nii-san". ¡Maravilloso! El contacto era tan suave y delicado, la sensación húmeda se imprecnaba en su boca mientras tomaba el rostro de Al entre sus manos, para romper el beso cuando el quisiera, para aprobechar ese precario momento en que estaba dando libertad a su interior, del cual se desataban revoltosos un sin número de sensaciones y vibraciones desconocidas para él.

Se separó de Al y lo miró con tristesa. Ya todo ese momento de placer pasajero era parte del pasado, lo que quedaba ahora seguramente sería desprecio y soledad, aún peor que la reclución en el sótano.

-Lo entiendes ahora...-pronunció apenas audible.- lo que tu "nii-san" está haciendo es... no tiene perdón.-Se volteó.

"¡No!" Creyó oir, y seguidamente de ésto sintió en su antebrazo la preción de las manos de Alphonse. Su mente no podía jugarle una jugarreta de tamaña magnitud, lo que estaba ocurriendo se tornaba demaciado real como para ser otro de sus pensamientos absurdos. Pero por otro lado, ¡era ilógico, insólito! Y aún así, doloroso, un dejo de esperanza y nerviosismo afloró por sus poros.

-No te vallas...

Rápidamente le hiso girarse para encontrar a su hermano mayor nuevamente en frente y enterrar su mejillas sobre su pecho. Edward apenas sí podía mantenerse en pié confundido de aquella inexplicable reacción.

-Así que era eso... -le escuchó sollosar y el vaivén violento de su pecho contra el suyo se lo terminó por confirmar.-Así que era eso por lo que estabas tan triste...

Alphonse levantó la cabeza para encontrarse con las orbes de su hermano. En efecto, por su rostro corrían lánguidas dos lágrimas, y otras más atoradas aún en sus pestañas, haciendo su mirada brilante y cristalina. El mayor no atinó a nada, más su rostro enrrojecía y su semblante trájico desaparecía poco a poco de su cuerpo.

-Después de todo era mi culpa...- terminó de decir. Edward le tomó el rostro y lo alejó de sí.
-¡No! Tu no tienes la culpa de nada. El único culpable deve irse, es lo mejor para am...
-¡Espera! No entiendes, nii-san, lo que quiero decir es... Si tú eres culpable de... cometer ese pecado... yo .. yo... ¡También lo soy!-Alphonse quiso acariciarle la mejilla, pero el rubio abofeteó su mano y dió un salto atrás.
-¡No, no! ¡Tú no puedes!.-gritaba tembloroso y confundido.
-¿Por qué?
-Porque... tu eres un ángel, un ser tan puro, limpio, inalcansable...
-Te equibocas. No soy más que un simple humano, uno más de los que habitan esta tierra, de los que se hieren unos a otros, de aquellos que comiensan guerras y crean odio, yo también cometí al igual que tú un pecado al tratar de revivir a nuestra madre... y estoy cometiendo otro... el de quererte, nii-san.-Edward se llevó una mano a la boca, horrorizado y sin reaccionar.-¡Yo siempre te quise! Siempre anelé tener a nii-san a mi lado, difrutar momentos, reír, llorar, vivir juntos sin que nada nos separara... creí que era normal, pero luego: ¡este cuerpo me dice algo más! Ahora entiendo que ese sentimiento que siempre tube dentro no era el de un hermano...
-¡Esto es una tragedia!
-Puede ser. Pero, después de tanto esforsárnos por conseguir que nuestros cuerpos volviesen a la realidad: tu mérito en traer este cuerpo de la puerta, tanto sacrificio... : nos merecemos algo de felicidad... juntos.
-Es que... es imposible... Es... ¡asqueroso!
-¡No, no lo es! Es amor simplemente.-el pequeño comenzaba a sollosar.
-¡Un amor que está prohibido! ¡Es un tabú!
-¡¿Y qué?!-gritó. Edward se paralizó.-Ya rompimos uno. En ese entonces éramos muy pequeños para pensar en las consecuencias, y en realidad no sabíamos lo que hacíamos. Pero ahora, lo sabemos. Y yo estoy dispuesto a enfrentar las consecuencias sin importar cuáles sean, ¡me lo meresco y tu también lo mereces!
-Y-yo... sólo quiero ser felíz... quiero tener paz... -cayó palideciente sobre la cama.
-Yo también quiero ser felíz, a tu lado.-Alhonse se le hacercó.
-Pero...
-Tu también lo quieres, lo sé.
-No...
-¡Déjame demostrarte que se puede!
-No puedo soportarlo...
-Ya no te contengas...

Sus rostros se juntaron suavemente. Ahora la atmósfera del lugar desbordaba una calma y tranquilidad, ámbos se besaban muy apasiguadamente, como tratando de callar las preponderantes limitaciones que los separaban. Lento, sus besos se transformaron en algo más apacionado y profundo, se dejaron caer ambos en la cama borrachos del otro, embobados con aquellas sensaciones punsantes y latentes que asomaban a sus cuerpos y les traían por fin y luego de mucho tiempo, la dicha que habían perdido de pequeños, aquella alegría interna que se materializaba en las caricias suaves y tímidas, ambos torpes y nerviosos ante aquello que sólo ahora habrían de descubrir juntos. Pero no por la curiosidad y los deceos carnales dejaban de tratarse como hermanos. Interrogantemente y a travéz de una mirada, Edward se detubo ante de la camisa del Alphonse. El pequeño recordó las palabras dichas anteriormente por su hermano, "Porque... tu eres un ángel, un ser tan puro, limpio, inalcansable..." Nunca imaginó el increible respeto y admiración que le guardaba. Bajó la mirada nostálgico y ruborizado de una sonrrisa, y así mismo respondió a la interrogante de Edward.

Los hermanos no necesitan palabras para comunicarse, ambos conectados por sangre pueden saber qué es lo que siente el otro.

Tembloroso, Edward desabrochó los botones de la camisa, e inmediatamente a su mente llegaron las imágenes de ese pecho pálido ante sus ojos tan sólo unos 4 días atrás cuando llacía éste desnudo sobre el círculo de transmutación. Sacó la prenda. Se veía igual a como lo recordaba, tan inmaculado, aterciopelado, se acercó a él y depositó silenciosos y pequeños besos, apenas tocando, apenas rozando, tan aparentemente superficiales y sencillos pero que aún así calaban en lo más profundo del pecho del menor, arrebatandole cordura y también una cuanta timidez con cada beso. Se detuvo un instante en sus ojos, separó de ellos algunos humedos cabellos que los cubrían, acarició su rostro con suma ternura. Su belleza era exuberante, entraba por cada uno de sus poros y recorría su interior dando infinitas vueltas, mareándolo de su perfume, cegándolo con su resplendorosa imagen, cerrando todos sus sentidos y a la vez abriendo otros nuevos y escondidos en lo más recóndito de su humanidad. Por que era humano, sí, ambos lo eran, ambos tenían ese derecho de querer descubrir, buscar y entrometer su nariz en materias desconocidas y misteriosas, de querer probar aquel dichoso placer del sexo, pero queriendo compartir ese momento de entrega con una sola persona, ¡aunque eso significase un pecado!

Ya sin dejo de remordimientos, devoró sus labios, desatando poco a poco el deceo que llebaba consigo por más de 4 años, acariciando su espalda, besando su cuello, recorriendo cada centímetro y porcion de sus facciones sin discriminación. El pequeño en respuesta incrementaba el ir y venir de su pecho, latiendo ardorosa la sangre que ruborizaba sus mejillas y acaloraba su rostro, sintiendo las sinuosas caricias que se derramaban en su cuerpo para transcribirlas en sonidos cada vez más agudos y nítidos y aún así contenidos. Enrredaba los dedos en su cabello, aflojando lento la liga que los sostenia, derramando sobre su rostro uno que otro mechon de oro, luego unos cuantos más, para acariciarlos, apricionandolos contra su nariz para que ese aroma se imprecnara para siempre en su memoria... ¿El cabello de Edward siempre fué así? Entonces, de ahora en adelante, nunca lo olvidaría.

Y claro, los momentos que le siguen a este tampoco los olvidaría jamás.

Casi tan repentinamente, las caricias de Edward se toparon con su entrepierna. No dudó un segundo y tomó su miembro con seguridad aguda, y comensó a acariciarlo lentamente primero, mientras le observava directo a los ojos, sin perderse un instante del espectaculo de placer que había en ellos, ni un solo detalle de esos gestos tan extraños que Alphonse encarnaba con los ojos cerrados, apretados, la boca entreabierta y sus mejillas muy coloradas. Y de sus pulmones salían sonidos que rebotaban progresivamente en el pecho del rubio, hacían que todos sus músculos temblaran por la exitación, y que de su boca salieran suspiros demaciado cargados, pesados, pues podía sentir las caricias que el mismo ejecutaba a su hermano en su propio cuerpo, a travéz del caprochoso ojo que Alphonse le dejó mirar. Podía sentir el placer de su hermano como propio, enviandolo al éxtasis con su misma compañía. Su eterna compañía.

Estaba asombrado de lo que había logrado. Miró sus manos cubiertas del líquido de su hermano, aún sin creerlo, por fin podía hacer lo que siempre quiso, por fin era libre para desatar todo lo que tenía contenido dentro de sí, pensó.

-Lo siento, te ensucié...-oyó decir de pronto quebrando sus pensamientos.

Alphonse le miraba apenado. ¿Sentía verguenza? Con su propio hermano, pero aún así llegó hasta él un tinte de alegría: ¡que bello se veía dando una disculpa! Con una carita de ternura, la mirada desviada y las mejillas rojas por la culpa. Se acercó a su rostro y lo besó una vez más ahora para separar sus piernas, para usar el semen que había sobre el vientre del menor. Introdujo el primer dedo, Alphonse había respondido inmediatamente soltando un quejido. El menor se sentía observado y demaciado protagonista de una historia que debían escribir ambos, así que para aprobechar la cercanía que tenía con el pecho de Edward comenzó a lamerlo. Junto con el placer de Ed al sentir esa pequeña lengua juguetear con sus pezones, que se volvían duros de emoción, dió comienso a los movimientos repetitivos de dedo dentro de su hermano. Alphonse gemía descontroladamente, ya que era la primera vez que sentía una intromición como aquella. Pero consiguió calmarse y volvió a la tarea en el pecho del mayor. Ahora, Edward sabía que estaba preparado para introducir un segundo dedo. Y pronto un tercero.

Satisfecho con el resultado, sacó sus dedos de dentro de su hermano, y tomó sus piernas inclinándolas hacia al frente, dejando así su entrada mas descubierta. Era una pose muy extraña, por lo menos para el menor, aún así confiaba en su hermano y haría cualquier cosa que le pidiese. No sabía nada de sexo, no tubo un cuerpo normal para vivir un sueño mojado y despertar entre su semen, y ahora que poseía ambos, su hermano le hera indiferente. Pero no había cabida para reflexiones, Edward le enseñaría todo en este mismo instante y de una sola vez: estaba listo para aprender de su maestro, el que a la vez, era su ser mas querido. Y su hermano.

Empujó ligeramente la cabeza de su miembro contra Alphonse. El pequeño reaccionó intimidado casi escondiendo su rostro entre su pecho. Antes de continuar lo tomó de los brazos y lo besó. Se quedaron ahí, besándose cuando el rubio comenzó a introducirse, y no le dejó esconderse ni gritar, lo envolvió con ese beso hasta que estubo completamente dentro de él.

Le envió una mirada y la comisura de sus ojos se asomó una gran gota salada y cayó por su mejilla. Eso dolía, mucho. Nada se podía hacer ahora, no había pie atrás que dar, ni paso en falso, así que se aferró a él sin importarle lo que resultara de todo eso. Sentía miedo, pero cuando se aferraba a su hermano, el miedo desaparecía. Por esa razón no le soltó, aún dificultandole las embestidas al mayor. A cada una de ellas, el climax se asomaba con más fuerza al encuentro de los dos amantes, aumentando sus quejidos, llevándolos a un éxtasis escondido mas allá de sus pensamientos, de sus mismos cuerpos y mentes, uno que les uniría de por vida por medio de aquel acto de amor, ese pacto de lujuria que marcaría sus cuerpos y se gravaría hasta el fin de los días en sus recuerdos, y que al mismo tiempo les condenaría... Todo por acceder a esa asquerosa prohibición...

Haciendo caso omiso a las advertencias, a la naturaleza reflejada en sus rostros similares, a la sangre que vitalizaba sus músculos. Ya en pocos segundos quedaría consumado el incesto.

Segundos que parecía una eternidad que no querían adelantar. Deceaban disfrutar ese momento a fondo, quedarse uno pegado al otro por aquella eternidad. Pero era hemífera, después de todo. No obstante, era todo aquello lo que otorgaba esa importancia a lo que sucedía: que era sólo ese momento, y que nunca habría uno como ese en sus vidas. Por ello, al sentir que se vendrían uno sobre el otro, y el mayor dentro de su hermano, se aferraron aún más al calor de sus cuerpos y a esa alegría de poder tener una oportunidad como esa, sintiendo las últimas y mas fuertes sensaciones del acto, besándose arrancándose la piel en ello: llegando a la cúspide del placer desembocando en un frenesí de pasión: tocando con la punta de los dedos el paraíso mismo, y saboreándolo con sus labios en la boca del otro.

Que mas podía pedir. El cierlo siempre se encontró en la boca de Edward, pero nunca había podido alcansarla de esa forma. Un último grito resonó en la habitación, uno que se fundió con el de su hermano. Apenas sí podía compender la magnitud de lo que había sucedido, todavía sentía las estocadas secas de su hermano aún cuando éste ya había sacado su miembro de su entrada y se había rendido muerto en su pecho. Aunque ya todo había pasado, Edward estaba ahí, para él, sólo para él. Eso nunca cambiaría, y con eso sería felíz, no pedía nada más.

El luego de unos segundos, el rubio salió de ensima de su hermano y se recostó a su lado. Ahora mismo anciaba ver el rostro de su hermano, más radiante que nunca, coronado por graciosas gotas de sudor en su frente, y una satisfacción que irradiaba desde sus ojos. Pero había algo más. Levantó su mano y con el dorso pasó lentamente por el rostro de Alphonse y luego la retiró. Estaba bien así como estaba: así quería recordarlo.

-Nii-san-Rompió aquel cariñoso silencio.
-Dime, Aru-contestó con suma ternura.
-Te amo, nii-san. Ahora, y como nunca en mi vida... Soy completamente felíz.-Edward se sobrecogió ante aquellas palabras. Se clavaron ondamente en su corazón.

Eran tiernas, eran llenas de amor, sí. Pero no hisieron más que destrozar los sentimientos del mayor. Quizá la diferencia de edad no era mucha, un año mas o menos. Pero Edward era más maduro y podía ver las cosas con mucha más experiencia.

Había tomado cuenta plenamente de lo que acababa de suceder.

Lo acarició una vez más en la mejilla y le dejó dormir. El menor estaba exausto. Él también lo estaba. Pensó que lo mejor era hacer lo mismo que su hermano por ahora, en la condición en que estaba, no llegaría a nada.

El hotel estaba profundamente sumido entre la oscuridad de la noche, y la hostilidad de la helada caía sobre la arboleda de la vereda del edificio. Era una noche fría y húmeda, algo refrescante para Edward. A pesar de que la ventana de la habitación estaba cerrada, algo de la brisa fresca lograba entrar de paso. La noche estaba avansada. Habían pasado tan sólo algunas horas en las que el rubio se encontraba despierto en la cama boca arriba deambulando una serie de pensamientos, mientras a su costado descansaba su querido hermano. Al verle la cara al joven era inconfundible detectar la tristesa y la angustia. Respiraba agitadamente, estaba entregado a la duda.

Lo que ha sucedido no ha sido más que un hecho herrado, algo que nunca devió suceder. Las cosas se fueron de control demaciado antes de lo esperado, no hubo nadie quien parara. No se podía evitar el pasado, todo aquello ya era parte de éste. Era inevitable acceder al deceo, a las ganas de amar, a esa necesidad de sentir tan fuerte... ¡No, sí era posible. Si tan sólo hubiese tenido la fuerza! ¡Deví haber corrido, nunca tube que dejarle acercárseme de esa forma, sabía que estaba mal, lo sabía y quería correr! Pero sus palabras terminaron por seducirme, olvidarme de la idea de huir. No. No puedo culparle. Yo fuí quien tontamente accedió a sus propuestas, cuando en mi lugar... un verdadero hermano le habría mostrado el camino correcto, le habría correjido de creer que había cavida para un pecado tan horrible como el nuestro. Yo tenía que protegerle, pero en lugar de eso lo avandoné. Lo avandoné frente a su peor peligro, yo mismo. ¡Yo, su propio hermano! no pude cuidarlo, lo entregué a caer en una prohibición que le costará... le costará... ¡Y todo esto es mi culpa!

Sin duda esto tiene que terminar de inmediato. No puedo seguir causándole este daño irreparable, y seguir sembrando en él sentimientos tan asquerosos. Un tabú que hay que respetar. Ya no puedo hacer nada frente a lo que ya está hecho, ya se consumó. Ahora el arrepentimiento corroe mis entrañas pero igualmente... un deceo asqueroso aún ronda en mis adentros, quizá felicidad... ¡Él dijo que era felíz! Se terminará convirtiendo en un dependiente de mí para poder ser felíz. Yo sólo le traeré sufrimiento. Pero quizá si, como al principio pensé, si me alejo de él, quizá el pueda olvidarme, avandonar este capricho demoniaco, y ser normal, seguir una vida normal. Ser felíz sin romper el equilibrio. Si lo que creo es cierto, lo único que falta para que todo eso se cumpla es que yo desaparesca de su vida. Pero si él me ama como yo lo amo... estoy seguro de que me seguirá, me buscará incansablemente. Aún así, creo también que sabré encontrar el lugar en el que él no pueda penetrar, tarde o temprano daré con ese lugar.

Eso es lo correcto.

Un brazo se cruzaba sobre su vientre. Lo tomó con delicadeza y así mismo lo depositó al otro lado de la cama, junto a su dueño. Ahora que se veía libre, se incorporó de la cama lentamente, tomó sus pertenencias y procuró cerrar con sigilo la puerta a su espalda.