07 marzo 2010

Prohibición ~Segunda Parte~

Fanfics - Edward x Alphonse - Sus Fanfics


PROHIBICIÓN
~Segunda Parte~





El tenue susurro del viento acariciaba sus mejillas y mecía con gracia sus cabellos al entrar por una pequeña apertura de la ventana. Sentía rozar contra sus pies y torso desnudos el deslizar de la sábana que lo cubría. Se sintió extraño. Había demaciada comodidad y silencio ...y el sótano no tenía ventanas. Asustado apresuró el despertar de sus ojos y los forzó a enfocar bien el lugar resfregándolos para mejorar el resultado. Estaba en una habitación del hospedaje, con una cama en la que se encontraba, un ropero, un cuadro en la muralla. Y sentado a sus pies se encontraba su hermano menor, mirándole fijamente, con ternura, con admiración.

El rubio se encojió en la cama sonrrojándose al verle tan cerca y recordar lo que había sucedido anteriormente, las concluciones a las que había llegado.

-¿Qué hago aquí?-atinó a decir para salir de su propio nerviosismo.
-Yo te traje. Y al parecer te hiso bien, tus ojeras se han borrado bastante y...tus ojos ya no están rojos.-El rubio se sorprendió. El castaño avansó hasta encontrarse frente a frente y acariciarle la mejilla con el dorso de la mano.-¿Qué sucede?

Suspiró. No podía negar que la respuesta asomaba a su boca, pues se había cansado por fin de arrancarse la verdad, pero, ¿cómo sería capaz de decirselo? Se transformaba en algo completamente distinto.

-Nada.-el rostro del pequeño asumió una mueca de sorpresa y malestar. La sangre llegó hasta su cabeza conteniendo sus palabras para no gritar demaciado fuerte una reprimenda contra su hermano, pero no pudo decir palabra ya que Edward se había despojado de las sábanas y estaba de pié para dirijirse a la salida.
-No irás a ninguna parte.-Le dijo autoritariamente cruzándose en su camino.-Aquí acaba todo. No volverás a encerrarte en el sótano -suavisó sus palabras- y me dirás que es lo que sucede de una vez por todas.

Respiró profundo. Alphonse tenía razón, ya era inutil escapar.

Lo atrajo bruscamente hacia sí por los hombros hasta poder sentir el calor de su respiración contra su piel.

-Lo siento, pero ya no puedo seguir escondiéndotelo.-apoyó su frente en la de su hermano-Yo...yo... te amo...

No se hiso esperar. Ya por fin sació la anciosa sed que quemaba su cuerpo por dentro, y que ardía por acariciar esos labios rojos e inocentes que no hacían más que pronunciar palabras tiernas para el deleite de sus oídos. Siempre era así, lo llamaban "nii-san". ¡Maravilloso! El contacto era tan suave y delicado, la sensación húmeda se imprecnaba en su boca mientras tomaba el rostro de Al entre sus manos, para romper el beso cuando el quisiera, para aprobechar ese precario momento en que estaba dando libertad a su interior, del cual se desataban revoltosos un sin número de sensaciones y vibraciones desconocidas para él.

Se separó de Al y lo miró con tristesa. Ya todo ese momento de placer pasajero era parte del pasado, lo que quedaba ahora seguramente sería desprecio y soledad, aún peor que la reclución en el sótano.

-Lo entiendes ahora...-pronunció apenas audible.- lo que tu "nii-san" está haciendo es... no tiene perdón.-Se volteó.

"¡No!" Creyó oir, y seguidamente de ésto sintió en su antebrazo la preción de las manos de Alphonse. Su mente no podía jugarle una jugarreta de tamaña magnitud, lo que estaba ocurriendo se tornaba demaciado real como para ser otro de sus pensamientos absurdos. Pero por otro lado, ¡era ilógico, insólito! Y aún así, doloroso, un dejo de esperanza y nerviosismo afloró por sus poros.

-No te vallas...

Rápidamente le hiso girarse para encontrar a su hermano mayor nuevamente en frente y enterrar su mejillas sobre su pecho. Edward apenas sí podía mantenerse en pié confundido de aquella inexplicable reacción.

-Así que era eso... -le escuchó sollosar y el vaivén violento de su pecho contra el suyo se lo terminó por confirmar.-Así que era eso por lo que estabas tan triste...

Alphonse levantó la cabeza para encontrarse con las orbes de su hermano. En efecto, por su rostro corrían lánguidas dos lágrimas, y otras más atoradas aún en sus pestañas, haciendo su mirada brilante y cristalina. El mayor no atinó a nada, más su rostro enrrojecía y su semblante trájico desaparecía poco a poco de su cuerpo.

-Después de todo era mi culpa...- terminó de decir. Edward le tomó el rostro y lo alejó de sí.
-¡No! Tu no tienes la culpa de nada. El único culpable deve irse, es lo mejor para am...
-¡Espera! No entiendes, nii-san, lo que quiero decir es... Si tú eres culpable de... cometer ese pecado... yo .. yo... ¡También lo soy!-Alphonse quiso acariciarle la mejilla, pero el rubio abofeteó su mano y dió un salto atrás.
-¡No, no! ¡Tú no puedes!.-gritaba tembloroso y confundido.
-¿Por qué?
-Porque... tu eres un ángel, un ser tan puro, limpio, inalcansable...
-Te equibocas. No soy más que un simple humano, uno más de los que habitan esta tierra, de los que se hieren unos a otros, de aquellos que comiensan guerras y crean odio, yo también cometí al igual que tú un pecado al tratar de revivir a nuestra madre... y estoy cometiendo otro... el de quererte, nii-san.-Edward se llevó una mano a la boca, horrorizado y sin reaccionar.-¡Yo siempre te quise! Siempre anelé tener a nii-san a mi lado, difrutar momentos, reír, llorar, vivir juntos sin que nada nos separara... creí que era normal, pero luego: ¡este cuerpo me dice algo más! Ahora entiendo que ese sentimiento que siempre tube dentro no era el de un hermano...
-¡Esto es una tragedia!
-Puede ser. Pero, después de tanto esforsárnos por conseguir que nuestros cuerpos volviesen a la realidad: tu mérito en traer este cuerpo de la puerta, tanto sacrificio... : nos merecemos algo de felicidad... juntos.
-Es que... es imposible... Es... ¡asqueroso!
-¡No, no lo es! Es amor simplemente.-el pequeño comenzaba a sollosar.
-¡Un amor que está prohibido! ¡Es un tabú!
-¡¿Y qué?!-gritó. Edward se paralizó.-Ya rompimos uno. En ese entonces éramos muy pequeños para pensar en las consecuencias, y en realidad no sabíamos lo que hacíamos. Pero ahora, lo sabemos. Y yo estoy dispuesto a enfrentar las consecuencias sin importar cuáles sean, ¡me lo meresco y tu también lo mereces!
-Y-yo... sólo quiero ser felíz... quiero tener paz... -cayó palideciente sobre la cama.
-Yo también quiero ser felíz, a tu lado.-Alhonse se le hacercó.
-Pero...
-Tu también lo quieres, lo sé.
-No...
-¡Déjame demostrarte que se puede!
-No puedo soportarlo...
-Ya no te contengas...

Sus rostros se juntaron suavemente. Ahora la atmósfera del lugar desbordaba una calma y tranquilidad, ámbos se besaban muy apasiguadamente, como tratando de callar las preponderantes limitaciones que los separaban. Lento, sus besos se transformaron en algo más apacionado y profundo, se dejaron caer ambos en la cama borrachos del otro, embobados con aquellas sensaciones punsantes y latentes que asomaban a sus cuerpos y les traían por fin y luego de mucho tiempo, la dicha que habían perdido de pequeños, aquella alegría interna que se materializaba en las caricias suaves y tímidas, ambos torpes y nerviosos ante aquello que sólo ahora habrían de descubrir juntos. Pero no por la curiosidad y los deceos carnales dejaban de tratarse como hermanos. Interrogantemente y a travéz de una mirada, Edward se detubo ante de la camisa del Alphonse. El pequeño recordó las palabras dichas anteriormente por su hermano, "Porque... tu eres un ángel, un ser tan puro, limpio, inalcansable..." Nunca imaginó el increible respeto y admiración que le guardaba. Bajó la mirada nostálgico y ruborizado de una sonrrisa, y así mismo respondió a la interrogante de Edward.

Los hermanos no necesitan palabras para comunicarse, ambos conectados por sangre pueden saber qué es lo que siente el otro.

Tembloroso, Edward desabrochó los botones de la camisa, e inmediatamente a su mente llegaron las imágenes de ese pecho pálido ante sus ojos tan sólo unos 4 días atrás cuando llacía éste desnudo sobre el círculo de transmutación. Sacó la prenda. Se veía igual a como lo recordaba, tan inmaculado, aterciopelado, se acercó a él y depositó silenciosos y pequeños besos, apenas tocando, apenas rozando, tan aparentemente superficiales y sencillos pero que aún así calaban en lo más profundo del pecho del menor, arrebatandole cordura y también una cuanta timidez con cada beso. Se detuvo un instante en sus ojos, separó de ellos algunos humedos cabellos que los cubrían, acarició su rostro con suma ternura. Su belleza era exuberante, entraba por cada uno de sus poros y recorría su interior dando infinitas vueltas, mareándolo de su perfume, cegándolo con su resplendorosa imagen, cerrando todos sus sentidos y a la vez abriendo otros nuevos y escondidos en lo más recóndito de su humanidad. Por que era humano, sí, ambos lo eran, ambos tenían ese derecho de querer descubrir, buscar y entrometer su nariz en materias desconocidas y misteriosas, de querer probar aquel dichoso placer del sexo, pero queriendo compartir ese momento de entrega con una sola persona, ¡aunque eso significase un pecado!

Ya sin dejo de remordimientos, devoró sus labios, desatando poco a poco el deceo que llebaba consigo por más de 4 años, acariciando su espalda, besando su cuello, recorriendo cada centímetro y porcion de sus facciones sin discriminación. El pequeño en respuesta incrementaba el ir y venir de su pecho, latiendo ardorosa la sangre que ruborizaba sus mejillas y acaloraba su rostro, sintiendo las sinuosas caricias que se derramaban en su cuerpo para transcribirlas en sonidos cada vez más agudos y nítidos y aún así contenidos. Enrredaba los dedos en su cabello, aflojando lento la liga que los sostenia, derramando sobre su rostro uno que otro mechon de oro, luego unos cuantos más, para acariciarlos, apricionandolos contra su nariz para que ese aroma se imprecnara para siempre en su memoria... ¿El cabello de Edward siempre fué así? Entonces, de ahora en adelante, nunca lo olvidaría.

Y claro, los momentos que le siguen a este tampoco los olvidaría jamás.

Casi tan repentinamente, las caricias de Edward se toparon con su entrepierna. No dudó un segundo y tomó su miembro con seguridad aguda, y comensó a acariciarlo lentamente primero, mientras le observava directo a los ojos, sin perderse un instante del espectaculo de placer que había en ellos, ni un solo detalle de esos gestos tan extraños que Alphonse encarnaba con los ojos cerrados, apretados, la boca entreabierta y sus mejillas muy coloradas. Y de sus pulmones salían sonidos que rebotaban progresivamente en el pecho del rubio, hacían que todos sus músculos temblaran por la exitación, y que de su boca salieran suspiros demaciado cargados, pesados, pues podía sentir las caricias que el mismo ejecutaba a su hermano en su propio cuerpo, a travéz del caprochoso ojo que Alphonse le dejó mirar. Podía sentir el placer de su hermano como propio, enviandolo al éxtasis con su misma compañía. Su eterna compañía.

Estaba asombrado de lo que había logrado. Miró sus manos cubiertas del líquido de su hermano, aún sin creerlo, por fin podía hacer lo que siempre quiso, por fin era libre para desatar todo lo que tenía contenido dentro de sí, pensó.

-Lo siento, te ensucié...-oyó decir de pronto quebrando sus pensamientos.

Alphonse le miraba apenado. ¿Sentía verguenza? Con su propio hermano, pero aún así llegó hasta él un tinte de alegría: ¡que bello se veía dando una disculpa! Con una carita de ternura, la mirada desviada y las mejillas rojas por la culpa. Se acercó a su rostro y lo besó una vez más ahora para separar sus piernas, para usar el semen que había sobre el vientre del menor. Introdujo el primer dedo, Alphonse había respondido inmediatamente soltando un quejido. El menor se sentía observado y demaciado protagonista de una historia que debían escribir ambos, así que para aprobechar la cercanía que tenía con el pecho de Edward comenzó a lamerlo. Junto con el placer de Ed al sentir esa pequeña lengua juguetear con sus pezones, que se volvían duros de emoción, dió comienso a los movimientos repetitivos de dedo dentro de su hermano. Alphonse gemía descontroladamente, ya que era la primera vez que sentía una intromición como aquella. Pero consiguió calmarse y volvió a la tarea en el pecho del mayor. Ahora, Edward sabía que estaba preparado para introducir un segundo dedo. Y pronto un tercero.

Satisfecho con el resultado, sacó sus dedos de dentro de su hermano, y tomó sus piernas inclinándolas hacia al frente, dejando así su entrada mas descubierta. Era una pose muy extraña, por lo menos para el menor, aún así confiaba en su hermano y haría cualquier cosa que le pidiese. No sabía nada de sexo, no tubo un cuerpo normal para vivir un sueño mojado y despertar entre su semen, y ahora que poseía ambos, su hermano le hera indiferente. Pero no había cabida para reflexiones, Edward le enseñaría todo en este mismo instante y de una sola vez: estaba listo para aprender de su maestro, el que a la vez, era su ser mas querido. Y su hermano.

Empujó ligeramente la cabeza de su miembro contra Alphonse. El pequeño reaccionó intimidado casi escondiendo su rostro entre su pecho. Antes de continuar lo tomó de los brazos y lo besó. Se quedaron ahí, besándose cuando el rubio comenzó a introducirse, y no le dejó esconderse ni gritar, lo envolvió con ese beso hasta que estubo completamente dentro de él.

Le envió una mirada y la comisura de sus ojos se asomó una gran gota salada y cayó por su mejilla. Eso dolía, mucho. Nada se podía hacer ahora, no había pie atrás que dar, ni paso en falso, así que se aferró a él sin importarle lo que resultara de todo eso. Sentía miedo, pero cuando se aferraba a su hermano, el miedo desaparecía. Por esa razón no le soltó, aún dificultandole las embestidas al mayor. A cada una de ellas, el climax se asomaba con más fuerza al encuentro de los dos amantes, aumentando sus quejidos, llevándolos a un éxtasis escondido mas allá de sus pensamientos, de sus mismos cuerpos y mentes, uno que les uniría de por vida por medio de aquel acto de amor, ese pacto de lujuria que marcaría sus cuerpos y se gravaría hasta el fin de los días en sus recuerdos, y que al mismo tiempo les condenaría... Todo por acceder a esa asquerosa prohibición...

Haciendo caso omiso a las advertencias, a la naturaleza reflejada en sus rostros similares, a la sangre que vitalizaba sus músculos. Ya en pocos segundos quedaría consumado el incesto.

Segundos que parecía una eternidad que no querían adelantar. Deceaban disfrutar ese momento a fondo, quedarse uno pegado al otro por aquella eternidad. Pero era hemífera, después de todo. No obstante, era todo aquello lo que otorgaba esa importancia a lo que sucedía: que era sólo ese momento, y que nunca habría uno como ese en sus vidas. Por ello, al sentir que se vendrían uno sobre el otro, y el mayor dentro de su hermano, se aferraron aún más al calor de sus cuerpos y a esa alegría de poder tener una oportunidad como esa, sintiendo las últimas y mas fuertes sensaciones del acto, besándose arrancándose la piel en ello: llegando a la cúspide del placer desembocando en un frenesí de pasión: tocando con la punta de los dedos el paraíso mismo, y saboreándolo con sus labios en la boca del otro.

Que mas podía pedir. El cierlo siempre se encontró en la boca de Edward, pero nunca había podido alcansarla de esa forma. Un último grito resonó en la habitación, uno que se fundió con el de su hermano. Apenas sí podía compender la magnitud de lo que había sucedido, todavía sentía las estocadas secas de su hermano aún cuando éste ya había sacado su miembro de su entrada y se había rendido muerto en su pecho. Aunque ya todo había pasado, Edward estaba ahí, para él, sólo para él. Eso nunca cambiaría, y con eso sería felíz, no pedía nada más.

El luego de unos segundos, el rubio salió de ensima de su hermano y se recostó a su lado. Ahora mismo anciaba ver el rostro de su hermano, más radiante que nunca, coronado por graciosas gotas de sudor en su frente, y una satisfacción que irradiaba desde sus ojos. Pero había algo más. Levantó su mano y con el dorso pasó lentamente por el rostro de Alphonse y luego la retiró. Estaba bien así como estaba: así quería recordarlo.

-Nii-san-Rompió aquel cariñoso silencio.
-Dime, Aru-contestó con suma ternura.
-Te amo, nii-san. Ahora, y como nunca en mi vida... Soy completamente felíz.-Edward se sobrecogió ante aquellas palabras. Se clavaron ondamente en su corazón.

Eran tiernas, eran llenas de amor, sí. Pero no hisieron más que destrozar los sentimientos del mayor. Quizá la diferencia de edad no era mucha, un año mas o menos. Pero Edward era más maduro y podía ver las cosas con mucha más experiencia.

Había tomado cuenta plenamente de lo que acababa de suceder.

Lo acarició una vez más en la mejilla y le dejó dormir. El menor estaba exausto. Él también lo estaba. Pensó que lo mejor era hacer lo mismo que su hermano por ahora, en la condición en que estaba, no llegaría a nada.

El hotel estaba profundamente sumido entre la oscuridad de la noche, y la hostilidad de la helada caía sobre la arboleda de la vereda del edificio. Era una noche fría y húmeda, algo refrescante para Edward. A pesar de que la ventana de la habitación estaba cerrada, algo de la brisa fresca lograba entrar de paso. La noche estaba avansada. Habían pasado tan sólo algunas horas en las que el rubio se encontraba despierto en la cama boca arriba deambulando una serie de pensamientos, mientras a su costado descansaba su querido hermano. Al verle la cara al joven era inconfundible detectar la tristesa y la angustia. Respiraba agitadamente, estaba entregado a la duda.

Lo que ha sucedido no ha sido más que un hecho herrado, algo que nunca devió suceder. Las cosas se fueron de control demaciado antes de lo esperado, no hubo nadie quien parara. No se podía evitar el pasado, todo aquello ya era parte de éste. Era inevitable acceder al deceo, a las ganas de amar, a esa necesidad de sentir tan fuerte... ¡No, sí era posible. Si tan sólo hubiese tenido la fuerza! ¡Deví haber corrido, nunca tube que dejarle acercárseme de esa forma, sabía que estaba mal, lo sabía y quería correr! Pero sus palabras terminaron por seducirme, olvidarme de la idea de huir. No. No puedo culparle. Yo fuí quien tontamente accedió a sus propuestas, cuando en mi lugar... un verdadero hermano le habría mostrado el camino correcto, le habría correjido de creer que había cavida para un pecado tan horrible como el nuestro. Yo tenía que protegerle, pero en lugar de eso lo avandoné. Lo avandoné frente a su peor peligro, yo mismo. ¡Yo, su propio hermano! no pude cuidarlo, lo entregué a caer en una prohibición que le costará... le costará... ¡Y todo esto es mi culpa!

Sin duda esto tiene que terminar de inmediato. No puedo seguir causándole este daño irreparable, y seguir sembrando en él sentimientos tan asquerosos. Un tabú que hay que respetar. Ya no puedo hacer nada frente a lo que ya está hecho, ya se consumó. Ahora el arrepentimiento corroe mis entrañas pero igualmente... un deceo asqueroso aún ronda en mis adentros, quizá felicidad... ¡Él dijo que era felíz! Se terminará convirtiendo en un dependiente de mí para poder ser felíz. Yo sólo le traeré sufrimiento. Pero quizá si, como al principio pensé, si me alejo de él, quizá el pueda olvidarme, avandonar este capricho demoniaco, y ser normal, seguir una vida normal. Ser felíz sin romper el equilibrio. Si lo que creo es cierto, lo único que falta para que todo eso se cumpla es que yo desaparesca de su vida. Pero si él me ama como yo lo amo... estoy seguro de que me seguirá, me buscará incansablemente. Aún así, creo también que sabré encontrar el lugar en el que él no pueda penetrar, tarde o temprano daré con ese lugar.

Eso es lo correcto.

Un brazo se cruzaba sobre su vientre. Lo tomó con delicadeza y así mismo lo depositó al otro lado de la cama, junto a su dueño. Ahora que se veía libre, se incorporó de la cama lentamente, tomó sus pertenencias y procuró cerrar con sigilo la puerta a su espalda.

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