Cap 4
El aire que rodeaba ambos cuerpos se tornaba
húmedo, con una temperatura agradablemente alta. Las gotas de sudor se
cristalinizaban en la piel de los chicos, piel que temblaba aún por los
espasmos de placer desenfrenado que vivieron unos minutos antes y que
les otorgaban un color rojizo a sus rostros. Descansaban ya seprados el
uno del otro, tratando de recuperar las fuerzas perdidas y normalizar la
rapidez de sus respiraciones. Pero a pesar de todo, la mente del chico
entraba en conflicto.
Había caido en su juego. Su
conducta fué reprochable, insensata, irracional. No había explicación
para tal error, sin embargo su cuerpo demostraba lo contrario. Había
conocido por primera vez la sensación de poseer una mujer, tocar su
piel, unirse a ella con la candencia de sus cuerpos. No podía verlo de
otra forma: todo aquello había sido tan sublime, inigualable. Por más
que quisiera ver el error, había disfrutado intensamente de todo aquello
y ahora los reproches no servían. Aún así, sabía que lo había cometido y
que devería pagar por ello, ¿pero que acaso eso no era parte de la ley
del mundo? Estaba dispuesto a pagar por un desenfreno que agradecía.
Ya no quedaba otra opcion.
-¿Y...y para qué quieren esa joya? -preguntó el joven.
-¿Eh?
-¿Qué harán con el Ojo Rojo?
-¿Qué imaginas tú? Robarlo, por supuesto, y luego venderlo.
-Había escuchado una rara leyenda sobre él...Pensé que tus superiores eran gente de mente más abierta.
-¿Leyenda?
Se nota que no conoces mucho de este mundo. Una leyenda no igualaría el
placer de tener papeles verdes en dedos humanos.-Decía con recelo la
chica.
-El dinero lo es todo para ellos. Que vacío es su mundo.-reprochaba a su vez el chico.
-Pero
en fin, yo sólo cumplo con mi parte. Y a tí -lo miró con candencia
cambiando completamente de tema- ¿te ha gustado lo que vivimos?
-Es una verdadera lástima tener que arrestar a tal bella chica, pero no me queda de otra...
-¿Así que aún planeas arrestarme, militar?
-Yo sólo cumplo con mi parte. -le sonrrió amenasante.
Pero
la conversación se vió interrumpida por el estrepitoso crujido de las
paredes al recivir el agobiante eco de la alarma, que acababa de ser
activada. Sus miradas se cruzaron manteniendo la vigilancia sobre el
oponente. Cual diera el primer paso, daría motivo para que el otro diera
el suyo. Ya todo había sido borrado de sus mentes, aquel apacionado
momento se extinguió como el silencio en el museo que comensaba a
llenarse de alarmas infrenables, luces y ruidos molestos. La rivalidad,
por su parte, ya había tomado poseción de sus mentes.
No
quedó exactitud de quién comenzó a moverse, pero inesperadamente, los
chicos se volvieron frenéticos en una carrera recuperando sus prendas,
vistiendose, ocultando sus pieles aún algo húmedas, corriendo de aquí
allá sin permitir que el contrincante avansara un paso más que los
suyos. La rigides del nuevo escenario del que eran protagonistas les
convocó a ambos situarse frente al otro, por fin listos para sacar las
garras y arañar.
-Lo hemos pasado muy bien, eres
bastante bueno, ¿sabes? Pero eres un hombre. Es una lástima. -la chica
sacó de su cinturón una especie de rifle miniatura con un arpón en el
cañón: un truco perfecto para colgarse de paredes y edificios. Sacó uno
de sus aretes y lo lanzó hacia el techo para luego correr.
El
chico, sin comprender aquello, sacó su arma y comensó a disparar el
suelo de la habitación tratando de atinar algun tiro, cuando el techo a
su cabeza se desplomó por completo sepultándolo de escombros
transformandole en prisionero. Acto seguido, ahora sin techo, la chica
desplegó su arma y lanzó el arpon para colgarse de un poste de
iluminacion y lanzarse a él por la fuerza que su arma le daba al retraer
el arpon hacia sí. Completamente segura de su victoria, sonrrió para sí
"Sabía que pasaría".
Sus ojos subitamente se
contrajeron en una expreción de sorpresa, sl presencia tal insólito
suceso cuando el chico se levantó de los escombros, juntó sus manos, que
al compás del sonido que produjo el choque de estas salió un rayo de
luz azuloso, las posó sobre el techo que lo apricionaba y este, bajo sus
pies, comensó a ascender hasta encontrarse a la altura donde se
encontraba la chica. El joven la tomó de la cintura con el brazo
derecho, aplicando toda la fuerza de su extremidad de metal para que el
arpon de la chica no la siguiera atrayendo hacia arriba.
-Siento no haberme presentado-agregó el chico a la mirada de confución de su oponente.- Mi nombre es Edward Elric, me llaman El Alquimista de Acero.
"Alquimista"
resonó en la cabeza de la chica. ¿Qué significaba todo aquello? De
golpe, comensó a comprender el hilo de tales confusos acontecimientos:
el traje de militar del chico, sus extremidades automatizadas, su corta
edad que le hacía parecer una presa demaciado fácil para provenir de las
fuerzas militares. ¡Los militares estaban comensando a usar
alquimistas! Su mirada se tornó aterrorizada y comensó a gritar entre
súplicas por su libertad, que el chico denegaba con la fuerza inhumana
de su automail.
Se encontraba peleando ni mas ni menos
que con un alquimista nacional. Si tan sólo lo hubiese sabido antes, si
hubiese leído aquel informe que su jefe hacía leer antes de cada mición
para no correr riesgos, no hubiese estado tan vulnerable, habría
mantenido una táctica digna de tal grado de dificultad que significaba
enfrentarse a un alquimista nacional. Pero nada de eso ocurrió. Usó sus
mas bajos metodos, se creyó vencedora demaciado pronto en el encuentro,
se confió demaciado: y por ello pagaría con su libertad, y quisas con su
vida.
¿Podía permitir eso? Sólo una cosa le motivava a
querer salir de aquel agarre: la mirada preocupante de sus hermanas
mayores, era todo lo que necesitaba prara recobrar las fuerzas que el
pánico le había arrebatado.
-Eres un alquimista, pero
sigues siendo un hombre-se le hacercó bruscamente y devoró sus labios,
rompiendo con las fuerzas que la tenían presionada, para terminar el
beso con un empujón que tiró al chico al vacío.
Con
toda la velocidad con que estaba equipado su arpón, la chica, llegó
hasta la iluminaria y desde ahí saltó hacia el edificio contiguo para
echar a correr.
"El lugar de encuentro será a 1
kilómetro al sur" recordó decir al piloto del elicoptero que en esa
hubicación habría de estarle esperando a ella y a sus hermanas. Al dar
no mas que 5 pasos, escuchó a su espalda el seco sonido del chico al
comensar a perseguirle. En aquella loca carrera, en que ninguno devía
caer, recorrienron el kilómetro hasta el lugar de encuentro.
"Si
llego a fallar...no! ¡No puedo! ¡Se los prometí a ellas...no las puedo
defraudar... tengo miedo de perderlas ante todo!" decía para sí la
adolescente. Su mente se encontraba confusa y por ella miles de ideas la
cruzaban con rapidez espectral, dejando imagenes borrosas en su
memoria, sonidos inentendibles, susurros, una por una pieza de las que
conformaban el complejo rompecabesas de su vida. El amenansante "tac
tac" de las botas del chico que le seguía los pasos, le pisaba los
talones, devoraba la paciencia y serenidad de ella. Ya no tenía más
tácticas que correr a toda prisa: huir como una rastrera despues de una
fechoría. Caer, en tales condiciones, parecía ser la respuesta más obia,
pero en cuanto más pensaba en la derrota, mas energías lograba sacar
para que sus piernas se moviesen con mayor velocidad.
Por
fin, y despues del agobiante camino, tanto física como psicológicamente
para ambos contrincantes, se divisaba ya no a lo lejos la élice del
elicoptero que batía en el aire haciendo surcos en los edificios con
ondas de aire que penetraban en el rostro de la chica como punzadas, en
el rostro del chico como victoria. Desde adentro del móvil se divisaba a
las otras dos chicas esperándole, lanzando una cuerda para que la
pequeña chica se sostubiera en ella y así poder huir. El elicoptero
estaba en el aire, meciendose intimamente, esperando la señal de
partida.
La chica de un salto se aferró con seguridad a
la cuerda que le tendía libertad, pero un peso cayó sobre ella al
saltar tambien el chico y sostenerse de sus piernas. Sus dedos no
soportaban aquel peso y pronto el agarre a la cuerda se hacía mas
precario e inseguro. Caería sin duda, y nada podía hacer para evitarlo:
el miedo se apoderó de la chica y la hiso gritar hacia sus hermanas. La
mayor, sin dudar atender al auxilio de su hermana menor, sacó un arma,
apuntó con mirada de alcon y disparó contra el chico. El estallido de la
polvora cavó un silencio penetrante en aquel lugar, y el pesado cuerpo
del chico se soltó del agarre de su oponente y se dejó sostener por el
vacio a sus pies. Esta vez, no tendría un buen resivimiento al caer al
suelo.
Con ayuda de las otras dos chicas, la menor
logró entrar al movil y este emprendió rumbo a su central. A penas se
mantuvo en pie, abrazó a sus hermanas con desesperación.
-¡Eli, estúpida, no vuelvas a darme esos sustos!-la rubia estrechaba a la pequeña intensamente.
-¡Lo siento, Helen, Kathy! No volverá a suceder, se los juro.
Continuará.
desgraciadaaaaaaaaaaaa sigue la chaya!!!!!
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