02 junio 2013

El Robo de la Joya (Deschannel Sisters) Cap 4

Cap 4



El aire que rodeaba ambos cuerpos se tornaba húmedo, con una temperatura agradablemente alta. Las gotas de sudor se cristalinizaban en la piel de los chicos, piel que temblaba aún por los espasmos de placer desenfrenado que vivieron unos minutos antes y que les otorgaban un color rojizo a sus rostros. Descansaban ya seprados el uno del otro, tratando de recuperar las fuerzas perdidas y normalizar la rapidez de sus respiraciones. Pero a pesar de todo, la mente del chico entraba en conflicto.

Había caido en su juego. Su conducta fué reprochable, insensata, irracional. No había explicación para tal error, sin embargo su cuerpo demostraba lo contrario. Había conocido por primera vez la sensación de poseer una mujer, tocar su piel, unirse a ella con la candencia de sus cuerpos. No podía verlo de otra forma: todo aquello había sido tan sublime, inigualable. Por más que quisiera ver el error, había disfrutado intensamente de todo aquello y ahora los reproches no servían. Aún así, sabía que lo había cometido y que devería pagar por ello, ¿pero que acaso eso no era parte de la ley del mundo? Estaba dispuesto a pagar por un desenfreno que agradecía.

Ya no quedaba otra opcion.

-¿Y...y para qué quieren esa joya? -preguntó el joven.
-¿Eh?
-¿Qué harán con el Ojo Rojo?
-¿Qué imaginas tú? Robarlo, por supuesto, y luego venderlo.
-Había escuchado una rara leyenda sobre él...Pensé que tus superiores eran gente de mente más abierta.
-¿Leyenda? Se nota que no conoces mucho de este mundo. Una leyenda no igualaría el placer de tener papeles verdes en dedos humanos.-Decía con recelo la chica.
-El dinero lo es todo para ellos. Que vacío es su mundo.-reprochaba a su vez el chico.
-Pero en fin, yo sólo cumplo con mi parte. Y a tí -lo miró con candencia cambiando completamente de tema- ¿te ha gustado lo que vivimos?
-Es una verdadera lástima tener que arrestar a tal bella chica, pero no me queda de otra...
-¿Así que aún planeas arrestarme, militar?
-Yo sólo cumplo con mi parte. -le sonrrió amenasante.

Pero la conversación se vió interrumpida por el estrepitoso crujido de las paredes al recivir el agobiante eco de la alarma, que acababa de ser activada. Sus miradas se cruzaron manteniendo la vigilancia sobre el oponente. Cual diera el primer paso, daría motivo para que el otro diera el suyo. Ya todo había sido borrado de sus mentes, aquel apacionado momento se extinguió como el silencio en el museo que comensaba a llenarse de alarmas infrenables, luces y ruidos molestos. La rivalidad, por su parte, ya había tomado poseción de sus mentes.

No quedó exactitud de quién comenzó a moverse, pero inesperadamente, los chicos se volvieron frenéticos en una carrera recuperando sus prendas, vistiendose, ocultando sus pieles aún algo húmedas, corriendo de aquí allá sin permitir que el contrincante avansara un paso más que los suyos. La rigides del nuevo escenario del que eran protagonistas les convocó a ambos situarse frente al otro, por fin listos para sacar las garras y arañar.

-Lo hemos pasado muy bien, eres bastante bueno, ¿sabes? Pero eres un hombre. Es una lástima. -la chica sacó de su cinturón una especie de rifle miniatura con un arpón en el cañón: un truco perfecto para colgarse de paredes y edificios. Sacó uno de sus aretes y lo lanzó hacia el techo para luego correr.

El chico, sin comprender aquello, sacó su arma y comensó a disparar el suelo de la habitación tratando de atinar algun tiro, cuando el techo a su cabeza se desplomó por completo sepultándolo de escombros transformandole en prisionero. Acto seguido, ahora sin techo, la chica desplegó su arma y lanzó el arpon para colgarse de un poste de iluminacion y lanzarse a él por la fuerza que su arma le daba al retraer el arpon hacia sí. Completamente segura de su victoria, sonrrió para sí "Sabía que pasaría".

Sus ojos subitamente se contrajeron en una expreción de sorpresa, sl presencia tal insólito suceso cuando el chico se levantó de los escombros, juntó sus manos, que al compás del sonido que produjo el choque de estas salió un rayo de luz azuloso, las posó sobre el techo que lo apricionaba y este, bajo sus pies, comensó a ascender hasta encontrarse a la altura donde se encontraba la chica. El joven la tomó de la cintura con el brazo derecho, aplicando toda la fuerza de su extremidad de metal para que el arpon de la chica no la siguiera atrayendo hacia arriba.

-Siento no haberme presentado-agregó el chico a la mirada de confución de su oponente.- Mi nombre es Edward Elric, me llaman El Alquimista de Acero.

"Alquimista" resonó en la cabeza de la chica. ¿Qué significaba todo aquello? De golpe, comensó a comprender el hilo de tales confusos acontecimientos: el traje de militar del chico, sus extremidades automatizadas, su corta edad que le hacía parecer una presa demaciado fácil para provenir de las fuerzas militares. ¡Los militares estaban comensando a usar alquimistas! Su mirada se tornó aterrorizada y comensó a gritar entre súplicas por su libertad, que el chico denegaba con la fuerza inhumana de su automail.

Se encontraba peleando ni mas ni menos que con un alquimista nacional. Si tan sólo lo hubiese sabido antes, si hubiese leído aquel informe que su jefe hacía leer antes de cada mición para no correr riesgos, no hubiese estado tan vulnerable, habría mantenido una táctica digna de tal grado de dificultad que significaba enfrentarse a un alquimista nacional. Pero nada de eso ocurrió. Usó sus mas bajos metodos, se creyó vencedora demaciado pronto en el encuentro, se confió demaciado: y por ello pagaría con su libertad, y quisas con su vida.

¿Podía permitir eso? Sólo una cosa le motivava a querer salir de aquel agarre: la mirada preocupante de sus hermanas mayores, era todo lo que necesitaba prara recobrar las fuerzas que el pánico le había arrebatado.

-Eres un alquimista, pero sigues siendo un hombre-se le hacercó bruscamente y devoró sus labios, rompiendo con las fuerzas que la tenían presionada, para terminar el beso con un empujón que tiró al chico al vacío.

Con toda la velocidad con que estaba equipado su arpón, la chica, llegó hasta la iluminaria y desde ahí saltó hacia el edificio contiguo para echar a correr.

"El lugar de encuentro será a 1 kilómetro al sur" recordó decir al piloto del elicoptero que en esa hubicación habría de estarle esperando a ella y a sus hermanas. Al dar no mas que 5 pasos, escuchó a su espalda el seco sonido del chico al comensar a perseguirle. En aquella loca carrera, en que ninguno devía caer, recorrienron el kilómetro hasta el lugar de encuentro.

"Si llego a fallar...no! ¡No puedo! ¡Se los prometí a ellas...no las puedo defraudar... tengo miedo de perderlas ante todo!" decía para sí la adolescente. Su mente se encontraba confusa y por ella miles de ideas la cruzaban con rapidez espectral, dejando imagenes borrosas en su memoria, sonidos inentendibles, susurros, una por una pieza de las que conformaban el complejo rompecabesas de su vida. El amenansante "tac tac" de las botas del chico que le seguía los pasos, le pisaba los talones, devoraba la paciencia y serenidad de ella. Ya no tenía más tácticas que correr a toda prisa: huir como una rastrera despues de una fechoría. Caer, en tales condiciones, parecía ser la respuesta más obia, pero en cuanto más pensaba en la derrota, mas energías lograba sacar para que sus piernas se moviesen con mayor velocidad.

Por fin, y despues del agobiante camino, tanto física como psicológicamente para ambos contrincantes, se divisaba ya no a lo lejos la élice del elicoptero que batía en el aire haciendo surcos en los edificios con ondas de aire que penetraban en el rostro de la chica como punzadas, en el rostro del chico como victoria. Desde adentro del móvil se divisaba a las otras dos chicas esperándole, lanzando una cuerda para que la pequeña chica se sostubiera en ella y así poder huir. El elicoptero estaba en el aire, meciendose intimamente, esperando la señal de partida.

La chica de un salto se aferró con seguridad a la cuerda que le tendía libertad, pero un peso cayó sobre ella al saltar tambien el chico y sostenerse de sus piernas. Sus dedos no soportaban aquel peso y pronto el agarre a la cuerda se hacía mas precario e inseguro. Caería sin duda, y nada podía hacer para evitarlo: el miedo se apoderó de la chica y la hiso gritar hacia sus hermanas. La mayor, sin dudar atender al auxilio de su hermana menor, sacó un arma, apuntó con mirada de alcon y disparó contra el chico. El estallido de la polvora cavó un silencio penetrante en aquel lugar, y el pesado cuerpo del chico se soltó del agarre de su oponente y se dejó sostener por el vacio a sus pies. Esta vez, no tendría un buen resivimiento al caer al suelo.

Con ayuda de las otras dos chicas, la menor logró entrar al movil y este emprendió rumbo a su central. A penas se mantuvo en pie, abrazó a sus hermanas con desesperación.

-¡Eli, estúpida, no vuelvas a darme esos sustos!-la rubia estrechaba a la pequeña intensamente.
-¡Lo siento, Helen, Kathy! No volverá a suceder, se los juro.

Continuará.

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