26 marzo 2010

Prohibición ~Tercera Parte y Final~

Fanfics - Edward x Alphonse - Sus Fanfics



PROHIBICIÓN
~Tercera Parte~





Caminó con un paso seguro hasta el baño. Había experimentado un cambio notable en su ánimo. Desnudo, como igualmente había habandonado la habitación, se introdujo en la ducha y abrió la llave del agua. Caía tan frenética sobre su cuerpo, más parecía un rocío sobre su cabeza. Soltó un suspiro de tranquilidad, pues aún después de lo ocurrido, sabía lo que devía hacer para solucionar todo aquello y enmendar ese horrible error que no haría más que traerle sufrimiento a su hermano y a él mismo. Con esos pensamientos tan reconfortantes se dejó abrazar por las miles de gotas que caían de la ducha, parecía que limpiaran su cuerpo y su alma de todo pecado. ¿Pecado? Él no creía en un dios, era un científico. Pero ahora en estos instantes rogaba por la existencia de uno para que protegiera a su hermano durante su ausencia. Hace algunos meces atrás esa conclusión le habría parecido tremendamente absurda, pero ahora era la único y frágil esperanza que le quedaba.

Por fin listo, salió de la ducha, se secó el cabello, se perfumó y buscó una buena tenida para ponerse en el cuerpo. Caminó lentamente hacia la habitación donde aún dormia Alphonse. Ahora reparó en el cansancio que traía consigo y que la ducha no pudo quitar. Ni siquiera había dormido una hora, pero no lo creía necesario para pensar tan lúsidamente como lo hacía ahora. Se sentó en el escritiorio de la habitación sin hacer el menor ruido, abrió uno de sus cajones y extrajo algunas hojas de papel. La pluma y la tinta se encontraban sobre el escritorio. Los tomó y comenzó a escribir, haciendo pausas a menudo para pensar en lo que plasmaría en aquella hoja, en cómo decir lo que estaba pensando, en qué palabras serían las mas apropiadas. Suspiró nuevamente. Se estaba dejando llebar por su objetividad natural. Entintó la pluma y de ahora en adelante escribió sin interrupciones, deteniéndose brevemente para cargar la tinta y seguir apresuradamente. Como producto, dos hojas escritas por su automail enteras, por lado y lado. Tomó una hoja blanca, y doblándola hiso un sobre con ésta. Introdujo los escritos dentro del sobre y buscó otro poco en el cajón hasta encontrar la cera para cellarla. Por fuera la firmó.

Abrió otro de los cajones y sacó un objeto que la oscuridad de la noche no permitió distinguir. Ya por fin se levantó. Caminó hacia la puerta demaciado lento. Se detubo mucho antes de alcansarla. Necesitaba mirar un momento atrás. Se volteó. Su hermano seguía durmiendo. Se negó el acercársele, pero para cuando reaccionó ya estaba junto a la cama. Que mas daba, quizá era la última vez que le volvería a ver. Se acercó a su rostro lentamente y conteniendo la respiración para que su aliento no fuera a despertarle. Quería besarle, pero su deceo era despedirse como lo que era: su hermano mayor. Se limitó a acariciarle la mejilla y por último besó su frente. No estaba tan mal después de todo. El sólo sentir su contacto, como fuera que este se presentara, le traía paz a su espiritu.

Ahora se apresuró en salir. El pequeño Alphonse se encojió sobre la cama y balbuseó "nii-san". Edward hiso caso homiso al llamado, y tal como si esas palabras estubieran en otro idioma, salió sin más, pero la verdad era que las comprendía, y que dentro de sí respondía celosamente "¡Aru!". No era tiempo de arrepentimientos, estaba seguro de lo que iba a hacer, y si quería cumplirlo, lo mejor era hacerlo cuanto antes. Y alejarse de la imagen tentadora de su hermano que le invitava a quedarse.

Salió. Caminó hasta el otro extremo del apartamento que les arrendaban en el hospedaje. Quería hacerlo ahí. Sacó de su chaqueta el objeto. Lo miró detenidamente, examinandolo, comprovando que todo estubiese bien. Lo puso en su boca. Quería apretar el gatillo, pero morir de una forma como esa, tan instantanea le aterraba. La bajó a apuntó a su pecho. Tenía un sentimiento muy cruel, pero de esa forma, quizás pudiese despedirse de Alphonse antes de su partida. Ya todo estaba listo, cumplido, consumado. La muerte le esperaba, le llamaba enardecidamente. Edward le sonrrió.

Parecía haber sentido un cálido rose en su cuerpo. Trató de abrir los ojos que tenía cerrados. Era una tarea dificil. El olor de su hermano, su aroma, aún se encontraba en el aire. Era el departamento de ambos, era lógico. Pero no era lógico el frío a su espalda. Se volteó. Al otro lado de la cama no había nadie. Se incorporó peresosamente, sobando sus ojos para poder averiguar que era los que sucedía. Edward no estaba, y eso le preocupó. Se puso algunas de sus prendas ágilente mientras le llamaba a viva voz. "¿Dónde habrá ido?" se preguntaba hasta que un ruido estremesedor vino a responder su dilema. Si es que acaso aquello fuera a ser... no podía creer una cosa como esa. Sus músculos se tensaron y su piel se erizó del horror de sólo atinar a adivinar lo obio que ese sonido significaba. Corrió hacia el lugar, abrió la puerta de la habitación. Su hermano se encontraba adentro en el suelo ensangrentado, tirado como una rata sucia.

Corrió hacia él entre gritos desesperados, le pareció que la distancian entre ambos era abismal, y que pasaron miutos antes de poder estar a su lado. Tomó su rostro, sus ojos permanecían abiertos y una sonrrisa dévil de éste le comunicaba que aún se encontraba con vida. Buscó rápidamente el lugar del impacto: del vientre del chico brotaban borbotones de sangre, saliendo fúrica al exterior, tiñendo la fachada palideciente de la habitación. Las primeras palabras que atinó a decir en medio de tal desesperación fueron incriminadoras.

-¡Nii-san, ¿por qué?! ¡¿Por qué lo has hecho?!-insistía una y otra vez, pero el mayor no parecía escucharle, sólo sonrrería y repetía su nombre.
-Aru... me alegra... tanto verte...
-¡Respóndeme, nii-san!-exijía el menor. Tan funastas como la sangre de su hermano, corrian las lagrimas por su rostro. Pero el rubio no respondía.
-Me alegra verte... Aru, yo lo... siento, pero quería verte... antes de irme...
-¡Por favor, nii-san!-pedía angustiado. El mayor desvió la mirada y respondió.
-Estoy... seguro de que lo entenderás... algún día...
-¡No, no lo entiendo! ¿¡Por qué lo hisiste?! ¡¡Héramos felices, por fin héramos felices!!
-Aru... yo no... puedo resistir más...
-No te vallas...-rogaba sobre su regaso.
-Tranquilo, no tengas miedo... ya pasará...
-Te amo... por favor...
-Yo también te amo-le interrumpió Edward. Se hacercó lo más que pudo y lo que sus fuerzas le permitían, y el otro restro fué trabajo de Alphonse. Se besaron. Al besaba apacionadamente, rápido, tenso. Ed besaba lenta y apasibemente, sus lenguas se juntaban, y pronto sólo una de ellas se movería. El castaño lo supo desde ese instante, pero sin embargo continuó devorándole a besos como tratando de tomar lo último que quedaba de él y guardarlo en su boca, en un beso eterno que acompañó a su hermano hasta la muerte y le entregó suavemente sobre el regaso de ésta, como un niño dormido del que todos procuraban otorgar la máxima comodidas a su descanso. No supo cuanto tiempo estuvo besándole, pero cuando acavó de ello, tomó el rostro de Edward moviéndolo, insistiendo en que sus ojos estaban cerrados sólo producto del sueño, que de esa forma despertaría, volvería a ver la luz en esas orbes tan reslandecientes. Inmediatamente sintió que alguien le detenía. Miró hacia su costado y vió a Windy. Nunca supo en qué momento llegó a su lado. La verdad era que la chica había llegado a la escena, había lanzado un grito de horror y había caído al suelo por la sorpresa, y segundos después atinó a detener a Alphonse del violento samarreo que profería a su hermano. Lo abrazó para contenerlo, y el pequeño se desintegró en lágrimas en sus brazos.

El tiempo pasaba y más personas llegaban al marco de la puerta a curosear lo sucedido. Todos querían espectar la tragedia, ver a tan joven muchacho muerto por un balazo, y a su hermano llorar sin consuelo a su lado. Más de una vez se escuchó decir "pobre chico" de sus labios.

El tiempo pasaba y llegaron los militares a llebarse el cuerpo. Alphonse estaba destruído, no cabía duda.

El tiempo pasaba y ya estaban ambos chicos parados en frente de un ataúd cubierto de flores en el cementerio. El sacerdote hablaba y hablaba, mas en la mente del menor retumbaba un silencio estremecedor. Para él, la turba de gente que se encontraba en el lugar, se veía reducida únicamente a su precencia... y a una silueta dévil y fugáz. Sólo eso quedaba de Edward. Pronto terminaría la ceremonia. Le pidieron a Alphonse que dijiera algunas palabras a la audiencia, pero la petición ni siquiera llegó a sus oídos, se congeló antes de entrar. Así fué como silenciosamente todo terminaba, mientras el sonido de la tierra cayendo con fuerza sobre el ataúd funcionaba como música de fondo. Pronto todos se fueron marchando, y sólo quedaban Alphonse y Windy.
Ninguno se atrevía a lanzar palabra, pero era inevitable el encuentro de ideas.

-No tienes porqué quedarte, si tienes que ir a otra parte o algo...
-¿Qué estás diciendo? Claro que me quedaré. No tengo otro lugar más importante en el que estar ahora: ustedes dos fueron mis hermanos durante la infancia.
-Gracias...-el pequeño se apoyó en su hombro.-Eres todo lo que me va quedando en el mundo. Justo en un momento como este... cuando... cuando nii-san ya no está...-Alphonse la miró lloroso- ya no estaremos más juntos... ¡pasé toda mi vida con él, ¿cómo se supone que haga eso? Lo único que quiero es volverlo a ver, volverlo a sentir...-Windy se sonrrojó. El castaño acababa de soltar su secreto.
-Aru... ustedes dos...se...
-Nos amabamos... lo amo.
-¿¡Pero... ustedes dos se acostaron!?-el menor parecía tranquilo.
-Si a eso te referías.... sí, lo hisimos.
-Pero tu sabes que eso... está prohibido. Es... incesto.
-Qué mas da. Ya no volveré a cometer incesto nunca más en mi vida. No lo tengo a él.
-Esto es lo que él quería, ¿no es así?
-Eso creo. Pero, ¿a qué costo? Yo estaba dispuesto a todo, no me importaba romper un tabú o cientos de ellos, yo lo único que quería era ser felíz a su lado. ¿Sólo por que los hombres lo prohiben no puedo ser felíz?
-Yo... te entiendo pero... así son las cosas. Una relación entre hermanos jamás podría ser fructifera.
-Nii-san sabía eso. Pero yo creí que podíamos intentarlo. Fuimos los únicos que logramos hacer una transmutación humana, también podíamos lograr esto.
-¿Y a qué costo, Alphonse?
-¡Al que fuera necesario!
-Edward no habría sido felíz sabiendo que te haría pagar por un pecado de ambos.
-¿Y por qué? ¿Por qué no podía yo pagar eso? Nii-san siempre quizo cargar con todas las culpas, igual que cuando transmutamos a mamá. Sólo él se vendió a los militares, sólo él haceptaba todas esas basuras hasta que logró traerme desde el otro lado de la puerta. Yo también fuí culpable de eso, pero no pagué ninguna culpa.
-Qué estás diciendo... Tu pagaste la culpa más grande, tu cuerpo se fué. Es por eso que Edo intentaba cargar con las suyas lo mejor que podía. Y también ésa es la razón por la que prefirió llebarselas todas a la tumba esta vez: no habría resistido tener que hacerte pagar como antes.
-Es eso... ahora no pagaré por el pecado de ambos, éso es lo que quería nii-san. Pero... ¡Pero...! ¡Yo soy el que pagará ahora el precio de su muerte! Sin pensarlo nii-san me dió el peor castigo a mí, tener que vivir en este infierno solo, sin él, en esta soledad. ¡No pensó en eso!-Alphonse estalló en llanto.
-Los seres humanos no somos perfectos, Aru. Lo importante es que él quería que tu vivieras, aquí, con nosotros, sin culpas que cargar, ni tener que dar explicaciones del pecado que cometieron, vivir sin que nadie te jusgara.
-Lo sé...-sollosaba en su regaso.-pero yo no quería eso... Yo quería estar con él... ¿Sabes, Windy? Ahora en este momento me carcome el deceo de seguirlo hasta la muerte, quizá ahí logre verlo y estar con él... pero eso tampoco es lo que él quería... No puedo suicidarme porque entonces todo el esfuerzo de mi hermano por devolverme mi cuerpo y que viviera habría sido en vano. ¡Quiero morir pero no puedo!

En una casona grande entraba Alphonse aún con ropas de militar. En la puerta le esperaba su esposa para darle la bienvenida a casa con un fuerte y cariñoso abraso. Adentro, en el sillón, sus dos hijos revoloteaban como palomas ensusiando y desordenando el living que con tanto esfuerzo su madre había limpiado. Eran unos revoltosos, sobretodo si estaban juntos. Al entra y los saluda, y les entrega dos caramelos a cada uno. Les acaricia en la cabeza y se sienta a cenar. Comen hablando hacerca del clima y de la actualidad, riendo y disfrutando como una familia. Alphonse se retira tempranamente, hoy tenía que limpiar el entretecho que era un desastre. Fué a su habitación, se sacó el uniforme de trabajo y se puso prendas más cómodas. Subió al entretecho.

Comensó por limpiar la basura de la entrada, mató algunas ratas que merodeaban por ahí y al despejar el paso, se introdujo completamente. Arriba estaba muy oscuro. Encendió un vuejo candelabro que estaba cerca. Ahora con la luz de la vela se dispuso a seguir con su tarea hasta que sus ojos chocaron con un escritorio. Era algo antiguo, y muy extraño. No recordaba haberlo traído él ahí.

-Cariño, ¿qué este escritorio?-gritó hacia abajo.
-¿Escritorio? ¡Ah! Lo trajeron del hotel, dijieron que era tuyo.

Comenzaba a recordar. Cuando él y su hermano lograron crear la piedra filosofal y devolverle su cuerpo a él, se fueron a vivir a un hotel mientras Edward hacía los trámites para salir de la milicia en Central. Él había comprado un escritorio para adornar la habitación pues estaba muy vacía.

Cuantos recuerdos no le traía ese escritorio. Se hacercó lentamente a él, sacó una silla y se sentó en él. Sacudió suavemente el polvo de la superficie, sintiendo la madera y a la vez sintiendo cómo fluían los recuerdos. Coemenzó a ver los cajones, ¡cuantos libros antiguos de alquimia contenían! Libros que solía leer de pequeño. Continuó recorriendo cajón por cajón hasta que abrió uno que estaba vacío. Exepto por un sobre.

Tomó el sobre en sus manos, lo voltó. Del otro lado estaba la firma de su hermano. ¿Qué era eso? Su corazón comensó a latir agitadamente saliéndose del su pecho. Rompió el sello del sobre y lo habrió. Habían dos hojas de escritos en el interior. Las examinó superficialmente a la luz de la vela: era sin duda la caligrafía de su hermano.

"Querido Alphonse:
Antes de decir cualquier palabra, quiero pedirte perdón. Sé tan bien como tú lo tanto que me amas, y lo tanto que sufrirás cuando me valla. Yo también sufro por el sentimiento de tener que dejarte e irme a un lugar completamente desconocido. Pero no tengo miedo. Ahora es el presente, y me siento felíz de haberte hecho felíz a tí, y de haber pasar tan maravilloso momento como el que acabamos de pasar. Siento la culpa de haberte traído a tal abismo de locura, haberte arriesgado a cometer tal acto en lugar de guiarte y corregirte como hermano mayor que soy. La verdad es que fuí un completo fracaso. Aún a pesar de lo tanto que te amaba deví haber impedido a toda costa que esto fuera a suceder. Pero no soy más que un humano y me dejé llevar también, al igual que tú, hacia el fondo de este deceo prohibido. Ya rompimos una vez, como bien sabes, un tabú y sufrimos ambos las consecuencias de éste, nuestras vidas se tiñeron de rojo y aún el remordimiento invade nuestros corazones, eso tu lo sabes tan bien como yo, no necesito explicarlo. Son huellas inborrables que permanecerán hasta el final de nuestros días y que nos condenarán a una infelicidad. Está bien, eso es algo que ya pasó, y escogimos el camino dificil, el de cargar con todo eso. Pero cargar con los remordimientos de haber roto dos tabúes es algo completamente imposible. Quizá ahora no puedas entenderlo como yo, ya que ahora estás inmerso en un ambiente de felicidad y sólo piensas que el amor que sientes no puede ser malo de ninguna forma. Pero esos momentos de éxtasis pasarán y dejarán una huella en tí, un sentimiento inirreparable, tomarás sentido a las advertencias y encontrarás que lo hecho fué asqueroso.

Ya no te puedo quirtar esos sentimientos de la noche que pasamos juntos, pero si te puedo evitar los de los momentos que podríamos pasar juntos en un futuro. Es todo lo que puedo hacer en esta situación, en la que te he fallado como hermano mayor. Lo único que me queda es alejar la desgracia para tí, y esa desgracia soy yo. Siento, por esa misma razón, una pena muy grande, pues jamás imaginé que podría causarte un daño tan grande como el que te estoy haciendo. Pero tengo el consuelo de que esta situación no seguirá así, de que cuando me valla ya no podrás caer en el abismo, de que estarás completamente exento de toda culpa, libre y limpio ante los ojos de todo el mundo, ante los ojos de la verdad.

Pero, mi querido hermano, todo tiene un valor, y para obtener todo esto tendrás que sufrir por mi partida. Es algo doloroso y cruel pensar en eso, pero así es, y es algo a lo que ambos estamos acostumbrados a pensar como científicos que somos. Aún así, después de que todo pase, de que esa herida que mi muerte proboque en tí sane, vendrá la recompensa. Podrás ser felíz sin hacerle daño a nadie, vivir la vida normal que siempre quisiste, junto a una esposa, a hijos, a nietos y visnietos, que te diviertas junto a ellos, que goces de la maravillosa vida que te estoy entregando. es lo único que te pido. Y por lo demás, cuando toda neustra historia acabe, cuando ya no halla rastro de los hermanos elric sobre la tierra, cuando tu también caigas en el ensueño de la muerte... quizás, si es posible, me gustaría volver a verte donde quiera que fuésemos a parar, y poder abrasarte y verte como un hermano otra vez, quererte como es correcto y no probocar más que alegría en tí. Quizá reparar el daño que te hise, pero por sobretodo, volver contigo.

Se despide con mucha tristesa, pero satisfecho, tu hermano
Edward Elric."

Las lágrimas comensaron a brotar de sus ojos, semejantes a las que derramó el primer día de su partida, fúricas, arremetedoras, entregándole una vez más a los brazos del desconsuelo amargo del que sufren los que quedan sobre la tierra.

La rubia escuchó los sollosos de su esposo. Calmó a los pequeños, y les indicó que fueran a jugar al patio, que ella les esperaría allí para acompañarlos. Los menores obedecieron, y una vez sola, subió al entretecho y lo encontró desecho sobre el escritorio incrustandose en el pecho en reloj de plata. A Alphonse.

Era una carte de él, ella lo supo inmediatamente por la caligrafía, y porque aún abierta la carta saltaba a la vista la magnífica firma de Edward. Windy abrazó al castaño. Sabía que por fín éste había comprendido en profundidad la muerte de su hermano. Había comprendido la magnitud del pecado de ambos y había entendido el motivo del sacrificio de su hermano. Lloraba tanto de desconsuelo, de tristesa, como de nostalgia y de agradecimiento. Lloraba en lugar de él y por sí mismo. Lloraba para pagar la prohibición que habían roto.

Alphonse se aferraba a ese dolor atesorándolo, intentando que ese reloj que sostenía tan fuertemente entrara a suespiritu y fuese su nuevo corazón: cerrado, hermoso, y en lo oculto de él dos fechas que marcaban su vida y su existencia:

Don't Forget
3 Oct, 10
23 Jul 14



Fin

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