12 agosto 2009

Romeo y Julieta (DohkoxShion) Capitulo 6 (2/3)

Continuación Capítulo sexto.


Ardiles, mi primo, vino a visitarnos, pero más que eso, vino por motivo de otro conflicto con los Capuleto. La situación me tiene muy nervioso, no dejo de pensar en Shion y en cualquier cosa que pudiese pasar durante el enfrentamiento. Han pasado varios días desde la fiesta de casamiento de Ampharo, y no he logrado verle. Además, papá me ha encargado a Ardiles, que tiene 5 años más que yo, para la batalla. Ardiles es muy buen guerrero, y por ese motivo, mi padre me ha ordenado que no me aleje de él mientras dure la batalla, pues teme que algo como lo que le sucedió anteriormente a él me suceda a mí. Ardiles tambien me ha estado enseñando todo este tiempo sobre la espada, a él lo estimo mucho, pues es hijo de mi tía Alma, la hermana de mi madre. Según él, sé perfectamente como cuidarme sólo y que no soy nada malo con espada en mano, pero papá insiste en que no valla solo.

-No estoy seguro de si pueda asecinar a alguien...-le dije mientras caminabamos hacia el lugar pactado.
-Tienes que ser hombre valiente, mi Dohko, recuerda que peleas por la vida de tu familia, de los tuyos, por la justicia.
-La justicia no nos pertenese-reproché.
-¡¡Recuerda que si no matas a tu enemigo, este puede ir donde los seres que más amas y quitarles la vida, como a tu padre!!-me gritó enfadado.
-Ardiles...
-Este no es momento para dudar, ahora que vamos a luchar. Si dudas, él único que terminará bajo tierra eres tú. ¿Qué haría tu padre en esas condiciones? ¿Qué haría la gente que te ama? Tú morirás y te irás de este mundo, pero ellos se quedarán sufriendo tu partida, llorandote con lagrimas de sangre, la sangre de tu enemigo que no fue derramada la derraman ellos.
-Tienes razón...-dije pensativo.-gracias...
-Ya es hora...-dijo mirando el horizonte y viendo en él las tropas de los Capuleto llegar.-Prepárate, y que Dios nos proteja.
-Amén-le seguí, tenía miedo, todos ahí lo tenían, pero ese era el momento de aprobecharlo para correr y sudar; luchar.

Todos los nuestros se lansaron al ataque, desenbainaron sus espadas y así mismo, las tropas de los Capuleto hacían igual. Yo me quedé inmovil unos segundos, pero al tiempo de ver que ya todos estaban luchando, desnudé mi espada y me lansé también.

Ardiles luchaba con dos Capuleto a la vez, a duras penas podía resistir, pero fuí en su ayuda. Tomé a un sujeto de la ropa y lo lansé hacia atrás, me puse en aguardia. Me miró con odio y me atacó violentamente, tenía una fuerza arrolladora. Sin quedarme atrás, lo envestí haciendolo retroceder y ataqué con la espada. Esquibó, la segunda vez detubo mi ataque, y luego me golpeó en el rostro. Perdí el equilibrio y caí al suelo. Me sentía acorralado, derrotado, se hacercó a mi para finalisarme, pero dí una patada hacia sus piés y tube tiempo de ponerme de pié mientras él volvía a incorporarse. Seguimos luchando, ésta ves él me envistió con una serie de ataques, que esquibé o detube, luego ataqué yo. Heché la espada hacia atrás, para conseguir mejor potencia, y con enorme fuerza la descargué sobre él, pero sin darme cuenta, con su sable devió el ataque y dejó mi pecho descubierto. Retrocedí rápidamente pero no lo suficiente, descagó su espada y me irió el vientre. Grité, el dolor era grande, me miré, estaba sangrando, pero la herida no era muy profunda. Más tranquilo con esa percepción, golpeé su sable con el mío, lo que hiso que este saliera volando de sus manos y cayera enterrándose en el suelo razo. El sujeto cayó de rodillas frente a mí.

-Piedad...-imploró.-por favor, perdonadme la vida y te estaré eternamente agradecido...-yo tenía mi espada en su cuello, pero dué en hacerlo.-Por favor!! Piedad!!-seguía gritando, no supe qué hacer, hasta que a mi espaldas llegó Ardiles, me empujó a un lado, y con su espada degolló al sujeto. Al caer su cuerpo monótono sobre el suelo, de sus manos calló tambien una nabaja que tenía escondida en la manga de su ropa.
-¡¡¿Dohko, has olvidado lo que te dije?!!-me reprochó.
-No...
-¿Comprendes que si no hubiera hecho eso él te habría matado? Sólo conseguía tiempo mientras se preparaba para atacarte, y tú no te dabas cuenta. ¡¡Devería enviarte a casa, porque no puedes levantar un arma contra un enemigo!!
-¡¡No!! Ya he aprendido, no cometeré el error dos veces...
-Esta bien...y sólo porque sé que puedes defenderte lo suficientemente bien, te dejaré por esta vez...
-Sí, Ardiles.
-¡¡Ahora corre!!-me empujó al ver que dos hombres venían hacia nosotros.

Me aparté de allí y en un segundo, un hombre alto y de cabellos negros me obligaba a ponerme en guardia. Se dirigió a atacarme, pero me dí la vuelta, esquibé y a la vez pasé a su espalda, desde allí mi sable no tenía obstáculos. Lo enterré con fuerza sobre su espalda, el hombre gritó, se quedó helado, sin movimiento, luego sus piernas comensaron a fallarle, saqué el sable. Calló al suelo, antes de morir mensionó el nombre de una mujer. Esa escena me dejó muy nervioso, acababa de arrebarale la vida a un hombre, no sabía si era justo, si era bueno, pero lo que sabía era que yo no tenía el derecho de arrevatarle la vida a nadie. Pero no podía dudar. Las palabras de Ardiles resonaban en mi mente. Recordaba aquella imagen en que mi padre estaba tirado en el suelo agonisando, esa oportunidad sentí que lo traicioné, y no podía fallarle de nuevo. Me mantube firme, me saqué el sudor de la frente y pasé junto al cadaver.

Traté de localizar a Ardiles con la mirada, lo había perdido de vista cuando me aparté, y ahora no lograba verlo. Corrí unos metros más allá, y por fin le pude ver. Me quedé helado.

Estaba luchando, sí, pero su contrincante poseía el rostro de alguien a quien yo conosía. Ambos combatían muy bien, pero de un momento a otro Ardiles logró arrebatarle el sable al chico de cabellos lilas. ¡¡¡Era Mu!!!

Corrí hacia él, pues ahora tenía el sable en el cuello de Mu para matarlo, iba a gritar no, pero, súbitamente, a su espalda ví una sombra que se deslisaba ágilmente hasta llegar a su contacto. La sombra alsó muy habilmente el sable por los aires, casi podía reconocer tan sincronisados movimientos. De un momento a otro, ví a Ardiles atrabezado por el sable. Grité.

-¡¡¡Nooo!!!-Ardiles cayó el suelo, y sólo entonces pude ver el rostro de su agresor, aquella sombra que estaba a sus espaldas la pude ver muy bien, mientras sacaba su sable ensangrentado del cuerpo de mi primo, y lo envainaba nuevamente. En sus ojos estaba la cólera funesta que precipitó la muerte de Ardiles. ¡¡Sus cabellos verdelimón, su porte, su piel, todo!! Me quedé inmovil observandolo, no lo podía creer.

Sus ojos se abrieron en tuda su expreción, jamás esperó verme ahí presenciando la escena. Desvió la mirada hacia abajo, desde ese momento no la alsó más.

-¿Mu, estas bien?-dijo mientras se hacercaba a él.
-Shion...ahí esta...
-Silencio.-ayudó a incorporar a su hermano, se volteó y dijo en voz alta.-Lo mejor será que nos retiremos de aquí, sin duda es lo mejor.

Pude ver que Mu estaba herido en un brazo y que por esa razón había perdido su sable. No me pude mover hasta después de que sus sombras desaparecieron veloces del lugar, mi corazón se había destrosado. Corrí hacia Ardiles.

-¡¡¡Ardiles!!!
-Dohko...vete, déjame aquí...
-Ardiles, lo siento, todo esto fué mi culpa...-le dije mientras tomaba su cabeza y me la colocaba en las piernas. Era inevitable que teniendo tanto dolor dentro de mí, salieran las lágrimas.
-No fué tu culpa...así es la guerra...tienes...tienes que ser fuerte...prometeme...que cuidarás de mi madre...es lo que más amo en esta tierra...
-Ardiles, ten por seguro que mientras yo viva, a tu madre no la faltará absolutamente nada, pero no mueras, ¡resiste!
-Ya...ya no puedo...déjame ir a descansar en paz, primo...estoy exausto...
-Ardiles...no...
-Huye, el enemigo puede volver contra tí...
-Traquilízate, que no volverá.
-Vete de todas formas...nada te puede pasar, me has prometido algo...
-No me iré sin tí.
-Tendrás que hacerlo...Dohko...Do...-sus ojos se fijaron en un punto fijo, en la nada, y su respiración cesó.
-Como tú lo decees...-dije sin mirarlo, con la cabeza hacia abajo, mientras le cerraba los ojos.

Aún así, tome su cuerpo y lo cargué hasta llegar a casa. No iba a dejar a su madre sin poder velarlo como dice nuestra tradición y llorar a su cuerpo, tampoco podía impedirle que emprendiera las plegarias a Dios para que le recibiese en los cielos y tampoco lutarlo.

Cuando llegué, la escena que se desprendía de mis ojos era desgarradora. Mi tía Alma, la hermana de mi madre, tomaba y besaba el cuerpo mientras lloraba a mares, descontrolada y completamente desesperansada de la vida. Me quedé sin decir nada, era todo mi culpa: el sufrimiento de aquella noble mujer.

Con el llanto, Naizy se levantó de su cama y bajo a ver lo ocurrido. Se encontró con nosotros a la entrada de la casa, Alma, yo y el cuerpo ensangrentado y sin vida de Ardiles. Dió un grito de susto.

-¡Dohko! ¿Qué ha sucedido?
-Le mataron, Naizy...¡mataron a Ardiles por mi culpa!-dije mientras lloraba silenciosamente, parado y sin movimiento, tenía las piernas entumesidas y todo el cuerpo medio dormido...no podía reaccionar a nada.
-No digas eso, hermano, no te culpes...-decía mi hermana mientras comensaba a llorar tambien la muerte de Ardiles junto a Alma. Luego me estrechó en un profundo abrazo.-Parece que nosotros, los hermanos Montesco, estamos maldecidos.-suspiró mientras me estrechaba. Sentí en ese momento una profunda sercanía con mi hermana, ella sufría, al igual que yo, y además de eso era como si mi sifrumiento ella lo conosiera y lo adormeciera. Y luego pensé en sus palabras: verdaderamente, los hermanos Montesco parecíamos estar maldecidos.

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